En tierra hostil

La guerra es una droga. Excitante, eléctrica e impulsiva; peligrosa, miserable y mortífera. La guerra de ‘En tierra hostil’ (‘The Hurt Locker’) es un mundo masculino brillantemente descrito por una mujer, Kathryn Bigelow (‘Le llaman Bodhi’, ‘K-19 The Widowmaker’). William James (Jeremy Renner, ‘El asesinato de Jesee James por el cobarde Robert Ford’) es un especialista, un experto desactivador de bombas que viaja a Iraq para convertirse en el cabecilla de un grupo de élite. Pero William también es un adicto a la adrenalina.

El gran poder de ‘En tierra hostil’ reside en que la película no lanza un mensaje repleto de moralina, ni siquiera un discurso que se posicione a un lado u otro de la guerra. Es terriblemente descriptiva y, precisamente ahí, en su frialdad, está la persuasión. Casi dividida en capítulos, al más puro estilo Tarantino, los protagonistas vivirán escenas bélicas de una calidad técnica abrumadora con un tremendo poder de perturbar y angustiar. Un cine de acción distinto, de las que sale una entre cien, que no dejará indiferente. Aunque, eso sí, en algunos momentos pierde el ritmo frenético, despistando la mirada del espectador.

Adrenalina, acción y violencia, combinan a la perfección con batallas que bien podrían pasar por un duelo del oeste americano. Incluso la música que acompaña a estas escenas nos transporta a una calle solitaria, terrosa, con una bola de heno dado vueltas en segundo plano mientras que los protagonistas remueven sus dedos junto a las cartucheras. De hecho, es soberbio el duelo de francotiradores en mitad del desierto: la paz, el sosiego, la lentitud de movimiento, la tensión acumulada antes de disparar del western. Brutal.

En una lectura más profunda de la película, William James representa a los Estados Unidos más patrióticos y belicistas. El soldado es la imagen de un país con doble moral, capaz de luchar por los ideales más nobles, pero incapaz de vivir sin el chute de adrenalina que les proporciona el título de ‘señores de la guerra’. William es el pistolero del salvaje oeste que nunca se jubiló, un vaquero con armas modernas que sigue cegado por las barras y las estrellas que filtran su visión. Un hombre que no ve valor alguno a, simplemente, vivir en paz.