El libro de Eli

Al principio es como una versión modernista de ‘Mad Max’, con todos esos coches abandonados y las grandes estepas del desierto repletas de moteros vestidos con harapos y armados con recortadas. Luego, la metáfora inunda la pantalla y es inevitable pensar en ‘The Road’ al ‘american way of life’, uséase, con explosiones, vísceras y reflejos inhumanos. Por fin te das cuenta de que, en realidad, se trata de un western con tintes apocalípticos a lo ‘Terminator’. Una reflexión que dura hasta que ves a Denzel Washington dando sablazos a diestro y siniestro como ya quisiera Jackie Chan. “Claro –piensas- es la versión Indie de ‘Blade: caza vampiros’”. Todo eso cambia hacia el último tercio de la película, cuando descubres que, desde el principio, se trata de una refinada interpretación de ‘Jesucristo Superstar’. Por fin, abandonas la butaca y, seguro de ti mismo, describes a la perfección ‘El libro de Eli’: una valiente e innecesaria patochada. Menudo truñaco, niño.

Permítanme que les relate, con todo lujo de detalles, de qué va ‘El libro de Eli’. He de advertirles de que es tan completo el resumen al que les expongo que podría fastidiarles todos los secretos de la película. Pero, a riesgo de ganarme el mayor de sus desprecios, allá voy: trata de un tipo que lleva un libro al Oeste de los Estados Unidos de América. Sí, amigos. Sé que soy cruel, pero así soy yo. Les he destripado toda la historia. Todo el guión, escena a escena. Lo que, por otro lado, no les habrá sorprendido nada si han visto el trailer. En serio, la historia es tan inocua que llega a ser insultante.

Denzel Washington hace un viaje de 30 años caminando que ni Chuck Norris equipado con una Power Balance. Dos horas larguísimas de cinta que se quedarían en menos de 20 minutos si los Hermanos Hughes, ínclitos directores de la obra de arte, no se pusieran tan cansinos con la cámara lenta. Un efecto que, unido a la música lenta, tediosa y repititiva, invita a un sentido suicidio colectivo.

Aún me cuesta creer que Gary Oldman y Denzel Washington se metieran en semejante bazofia religiosa con un mensaje que está, en realidad, repleto de intolerancia.