Toy Story 3 (II), la técnica

Me imagino a los dibujantes, guionistas y animadores de ‘Toy Story 3’ como aquellos niños que vivían en el mismo bloque de edificios y se juntaban, a media tarde, a jugar con sus figuras favoritas. A veces, incluso, repetían escenas memorables de las últimas películas que habían visto en la tele. Los de Pixar triunfan, una y otra vez (‘Wall-e’, ‘Up’, ‘Los Increíbles’), por su tremenda pasión que cala en todos sus trazados. Da la sensación de que se han repartido a los personajes para enfrascarse, en cuerpo y alma, en una historia en la que los guiños son inspiraciones y no burdas copias de lo ya conocido.

Hace unas semanas vi la primera ‘Toy Story’ extrañamente asombrado. No era la primera –ni la segunda- vez. Y me pareció asombroso que, después de la ingente cantidad de avances tecnológicos que ha habido desde 1995, hubiera sabido envejecer tan bien. Pero es que el retorno de Woody y Buzz es una gozada cinematográfica. El movimiento de cámaras y la fotografía, alucinantes. La música, el ritmo y la acción, apasionantes. Y, como no, la animación, excelsa. La única pega, en este sentido, es que las 3D me siguen pareciendo absolutamente innecesarias.

Está claro que el trabajo de colocar focos, micrófonos, pantallas y demás utensilios de rodaje es mucho más costoso en la vida real. Trabajar delante de un ordenador, te permite generar la imagen que tu director de fotografía había imaginado al pie de la letra. Pero esto no debe quitarle mérito al buen hacer de Pixar. Todo lo contrario. Demuestra su inmensa capacidad creativa frente al lienzo en blanco.

El trabajo de dibujante o animador no suele destacar en estas producciones. Al final nos quedamos con que Tom Hanks y Tim Allen pusieron las voces o que Diego ‘El Cigala’ dobló a Buzz Lightyear. Como ha pasado siempre en la Historia, sobre las marionetas hay artistas que mueven los hilos. Y ellos son, en gran medida, la clave del éxito. De la magia.