A marchas forzadas

En octubre las calles huelen a castañas -disfruto de su olor; puedo estar pelándolas durante horas para que se quede el aroma impregnado en mis manos. Pero no me como ni una. Las castañas se saborean con el olfato-. El verano queda lejos y siempre sales a la calle con la incógnita de si merecía la pena haber pillado una chaqueta. Y es entonces, cuando nadie recuerda ya las operaciones bikini ni el boom del aerobic cuando yo, un rebelde sin causa, opta por ir al gimnasio.

Lo de la música es fundamental. No ya en el propio gimnasio, que también. Hablo de esos eternos minutos que suceden antes de pegar el bote y ponerse las zapatillas. Esos instantes en los que la vagancia extrema te invita a reflexionar sobre lo inútil y asqueroso que sería practicar la clonación con moscas, la de tiempo que perdió el inventor del reloj en poner la hora o, quizás, por qué Benjamin Linus no asesinó a John Locke por segunda vez.

Las bandas sonoras combinan el poder de la música con la fantasía del celuloide. Escuchar sus melodías nos transporta a escenas motivantes repletas de adrenalina y pasión que, en un acto de ingenuidad, nos invitan a creer que un rato de bicicleta y algunas pesas podrían convertirnos en sus protagonistas. Desde el ‘Conan’ de Basil Poledouris, imprescindible, hasta el ‘Elyseum’ de la BSO de Gladiator o la incombustible ‘Jack Sparrow’ de Piratas del Caribe. Pura inspiración.

Hay otros temas que no son tan clásicos ni tan populares, pero que a mi motivan hasta el extremo. Es el caso del tema ‘Arrival to Earth’, de ‘Transformers’ o el excelso ‘Entreprising Young Men’, de Star Trek -de mi venerado y siempre elogiable Michael Giacchino-.

Les animo a que prueben. Lo mismo a ustedes también les funciona. Y, de no ser así, recurran al infalible: ‘The Eye of The Tiger’. Feliz operación castaña.