Winter's Bone

Winter’s Bone Winter’s Bone tiene todos los elementos para ser una película cutre de esas que ponen banda sonora a la siesta y, sin embargo, es un gran trabajo. Debra Granik (cuya otra gran cinta, ‘Down to the Bone’, nunca llegó a nuestro país) tiene el honor de dirigir la representación indie de los Oscar de este año. Bajo la inspiradora estela de Juno y Pequeña Miss Sunshine, Winter’s Bone es, en su crudeza, un ensayo brillante de la América más profunda. De la más miserable.

Ree (Jennifer Lawrence) abandona el Instituto para poder hacerse cargo de sus dos hermanos pequeños, de 7 y 9 años. Su madre perdió la cabeza cuando su padre, traficante y cocinero de crack, les abandonó a su suerte. La situación de penuria se agrava aún más cuando un agente de la condicional les advierte de que si su padre no se presenta ante el tribunal, perderán su casa, el único bien que les queda. La joven seguirá sus pasos, a través de lo más despreciable de la sociedad, para encontrarle y obligarle a salvar su hogar.

Jenniefer Lawrence -que da el salto del intimismo al cine más comercial; será Mística en ‘X-Men:Origins’- hace un papel excelente que le ha valido la nominación al Oscar. Tanto la película como su personaje tienen grandes similitudes con otra de las favoritas, ‘Valor de Ley’. Pese a que no tiene sombreros ni caballos, la cinta de Granik es una especie de Western moderno: sucio, áspero, amoral y desapacible. En ambas historias, una niña remueve las conciencias de los adultos para hacer ‘justicia’.

Como decía, la palabra que mejor describe a ‘Winter’s Bone’ es miserable. Pero, como suele suceder con todas las desgracias, es muy fotogénica. Y el paseo por unos personajes tan reales que asustan, les mantendrá en vilo durante todo el metraje. El thriller funciona gracias a una protagonista carismática -todo un descubrimiento- y a un microcosmos que dibuja una pobreza de espíritu repleta de dobles morales.