More Than a Game

No importa si se nace o si se hace. La clave es saber contarlo. Imaginen que tienen una capacidad innata para pintar. Su don, más allá del arte, les permite retratar la realidad que les rodea y transformarla en colores vivos e inesperados, provocando sensaciones desconocidas en el espectador. O, quizás, más sencillo, supongan que cocinan el plato de macarrones con tomate más ricos de la historia de la humanidad. Si nadie ve su cuadro al óleo o prueba su delicioso plato de pasta, ¿de qué sirven?

A no ser que el objetivo sea un placer onanístico, no sirven de nada. Para crear grandes protagonistas a los que merezca la pena seguir, es necesario saber contarlo bien. Bien de verdad. Al final, así es como se consigue forjar leyendas. Y, claro, hacer dinero. El sábado pasado, amodorrado en el sillón del salón, me topé con un documental sobre los años mozos de LeBron James en su equipo de baloncesto del instituto: ‘More Than A Game’. Un documental que bien podría haber sido una película de Disney, en plan ‘Somos los mejores’ o algo así.

La película narra cómo Lebron ya apuntaba maneras de estrella de la NBA y la amistad tan profunda que construyó con el resto del quinteto titular, ‘Los cinco magníficos’. Lo alucinante del metraje son las escenas de los partidos, los entrenamientos y los discursos que grabaron -vete a saber quién- cuando Lebron no era ‘nadie’. Parece como si los que estuvieran detrás de las cámaras ya supieran que, algún día, iba a ser un ídolo mundial y que esas imágenes valdrían su peso en oro. El propio entrenador, antes de la final del campeonato, el último partido que jugarían ‘Los cinco magníficos’ juntos, les da un discurso motivacional propio del mismísimo Al Pacino en ‘Un domingo cualquiera’.

¿Por qué? Porque los yankis han adherido a su adn la importancia de la narración. Les sale solo. Llevan tantos años creando mitos que saben valorar el talento, el camino. Y, una vez más, porque saben que eso, tarde o temprano, les dará pasta. ¿La conclusión de todo esta perorata? Si tienen un don, cuéntenlo. No hacerlo podría matarlo.