4 de julio

Lunes, 4 de julio de 2011. Hoy la humanidad afortunada se divide en dos facciones: o estás de vacaciones, con lo que hay una alta posibilidad de que hayas llegado a esta página nada más despertarte, a eso de las 12:30 horas, poco antes de partir a la playa a tomar un rato el sol y a darte un bañito refrescante. O, por otro lado, estás contando las horas para huir de la oficina y ponerte las bermudas. Lo gracioso de ambos bandos es lo fácil que es escuchar una de las frases más típicas del verano: “Quiero aprender inglés”.

Hay distintas versiones, claro. Está el “cuando vuelva de vacaciones me apunto a una academia, que el inglés es importante”. También la de “este verano lo voy a aprovechar para hacer un curso en la Escuela de Lenguas Modernas, que el inglés es importante”. Y cómo ignorar el clásico “yo me voy un mes a Boston a mejorar el idioma, que el inglés es importante”. Pues, amigos, me van a permitir que les revele una verdad inquietante: el inglés no es importante.

Lo más probable es que les hayan dicho que si no saben inglés no van a conseguir trabajo. Que el idioma es un requisito indispensable, que está en todas partes, blablabla. Pamplinas (pamplineishon). A ver, echen cuentas conmigo, si fuera “tan importante” estoy seguro de que las autoridades culturales pondrían medios para que pudiéramos disfrutar de versiones originales en el cine. ¿Lo hacen? Por aquí, desde luego, no.

Que ya sé que tenemos unos dobladores excepcionales -eso va sin ironías, es la pura verdad-, pero, en serio, nos hemos acostumbrado a perdernos la mitad de las películas. También sé que ningún cine -un negocio, al fin y al cabo- sobreviviría con un gran porcentaje de salas en V.O. Pero, con las salas tan maravillosas que tenemos, ¿no hay sitio para una sala, sólo una sala donde experimentar una película real (que no sea española, obviamente)?

Y esa es mi reflexión para el 4 de julio, día de la independencia de los EE.UU. Claro que si estuviera de vacaciones, sería otra muy distinta. Ánimo chicos, quedan 160 horas.