Un viaje inesperado

Tengo un sueño que se me repite más que el pepino del Big Mac. Resulta que hace unos meses estuve en el Casino de Santander. Era la primera vez que entraba en un garito parecido, la curiosidad me pudo, ya saben. El caso es que, después de desestimar la idea de jugar al póker -aquello es una orgía de euros insultante-, decidí probar suerte con la ruleta. Por hacer la gracia. Llegó un momento en que salió siete veces seguidas el color rojo. Y recordé las palabras de mi amigo Alfonso: “es imposible que, lanzando una moneda, saques más de siete veces seguidas cara o cruz”. Así que, muy dispuesto, puse una humilde fichita en el negro y, claro, gané. Desde entonces sueño con ese preciso instante. Justo cuando voy a poner la apuesta oigo gritos: ¡¡apuesta más idiota, no ves que vas a ganar!!

Con la Lotería de Navidad pasa algo parecido. Y creo que es un sentimiento compartido por todos. Nos pasamos el año sin comprar un décimo de lotería y, es llegar el turrón, y nos entra la locura. Es como en la oficina: ¿quién es el guapo que no compra lotería de su trabajo? Nadie. ¿Por qué? Muy fácil: no soportaríamos ser el único que no pilla cacho. Pero ahí estamos, año tras año, gastando un dineral en sueños que se evaporan con la voz de un niño.

Dicho lo cual, sí. He comprado lotería y tengo la fe ciega, insana y desproporcionada de que me va a tocar. Probablemente, ahora mismo estén leyendo las palabras de un tipo rico poseedor de un Ipad 2 reluciente y una Canon 7D espectacular. No me culpen, a alguien le tiene que tocar…

Mientras que confirmamos la suerte de los números, hay un tipo al que sí que le ha tocado la lotería. Bueno, le tocó hace años, pero ahora vuelve a escuchar cómo cantidades ingentes de dinero se acercan a su puerta. ¡Y sólo ha sacado un trailer de un película que se estrenará dentro de un año! Les hablo de Peter Jackson y su ‘Hobbit’. Director al que conoceré en persona para hablar de nuestro próximo proyecto juntos. Claro, hombre, en algo tendré que invertir el dinero de la Lotería.