Drive

La luz de las farolas entra en el coche de manera intermitente, escondiendo y mostrando el rostro de un conductor (Ryan Gosling), sus manos al volante, el gesto impertérrito, los minutos pasando. Todo va y viene menos sus ojos. El retrovisor produce un curioso efecto cuando no hay luz, dejando sus ojos destacados, como si llevara un antifaz. Ésa es la primera pregunta: ¿Es el antifaz de un héroe o de un villano? Y ése el preciso instante en el que comienzan los cien minutos de cine que le enamorarán. Arranca ‘Drive’.

Elegante. Sobria y Elegante. Cada puñetero plano, cada instante mágico recreando una estética a caballo entre el ahora y los 80, es irremediablemente atractivo. Encandila el coche rodando por una ciudad escondida en las sombras, la parquedad en palabras y, al mismo tiempo, la riqueza de emociones de un protagonista carismático y una chica (Carey Mulligan) que desploma el universo con una sonrisa fascinante. Y el manejo tan profético de los silencios, la contención, la elipsis… Para desembocar en una violencia desmesurada, sangrienta y pasional, que baila al ritmo de Electric Youth.

El conductor es especialista para escenas de acción durante el día y, por la noche, transporta a ladrones por las calles de Los Ángeles. Un tipo sin nombre cuyas señas de identidad son una chaqueta con un escorpión dibujado en la espalda y el palillo de dientes en la boca. Todo cambiará cuando conoce a Irene, su vecina, y se ve envuelto en un asalto que reclamará venganza.

Nicolas Winding Refn (‘Bronson‘) dirige una película redonda, un acierto arriesgado que deja una inesperada sensación de originalidad, consagrando a Gosling como uno de los actores del momento, soberbio en su dual interpretación de un ser intermitente, como la luz de las farolas, brillante en la luz y en la oscuridad. ‘Drive’ es un pacto tácito como el que el conductor realiza con los que se suben en su coche, pero extendido durante todo el metraje: “Tienes cinco minutos. Durante esos cinco minutos, pase lo que pase, soy tu hombre”.