La estantería

El otro día, bicheando películas en un centro comercial, una pareja, probablemente marido y mujer, seguía un curioso protocolo de conexión mental que me dejó fascinado. Ambos pasaban sus manos por la estantería, moviendo los dedos con agilidad, como si tuvieran ojos en vez de uñas. Concentrados en los dvds y blu-rays, de vez en cuando, uno anunciaba un descubrimiento, lo sacaba de su orden, y lo alzaba como si fuera un tesoro del Zelda (¡tanananá!) “Mira, ¿te acuerdas?”, pregunta ella. “Sí, la de las palomitas sosas”, responde él, cómplice. Y ríen.

Conforme volvían a su búsqueda particular de joyas fílmicas, intenté imaginar cuál sería la historia de las palomitas sosas. Tuvo que ser algo gracioso. Mucho más que el hecho de que las palomitas no estuvieran ricas. Quizás, ella se quejó durante la proyección y él salió a pedir un salero. O, tal vez, eran tan insoportables, que decidieron lanzarlas al aire. ¿Y si no eran sus palomitas y eran las de otra pareja que no dejaron de comentar la jugada?

Al poco, él saca el blu-ray de ‘Malditos Bastardos’ y dice “¡no saltes!” Vuelven a reír con efusividad, tanto que los que estamos curioseando cerca terminamos contagiados. ¿Qué opinan? ¿Intentarían pasar de una fila a otra de la sala saltando las butacas? ¿Habría un niño que no entendía la belicosidad de Tarantino y se puso a pegar botes para llamar la atención? Quién sabe.

Por fin, las manos de ambos coinciden en un mismo objetivo. Antes de sacar a la luz la caratula para que el público asistente supiéramos qué habían encontrado, él explica que está rebajada. Ella consiente, “muy buen precio”. “Claro -añade el tipo-, además, es la de tu padre”. “Sí, será ésta”, termina ella. Se acercan a la caja y ponen sobre el mostrador la película: ‘El Golpe’. Mientras esperan a la dependienta, tocan un piano imaginario y sonríen.

Qué momento tan simple. Y tan bello.