Super Bowl

Los amigos de la manteca de cacahuete son capaces de convertir el más mínimo evento social en una rave del marketing. Que cuatro señoras se juntan para hablar de sus cosas y tomar té con pastas, inventan el ‘sex-tupper’. Que un 14 de febrero dos empresarios quieren subir los beneficios mensuales, nace el día de los enamorados. Que la familia Skywalker da pasta, reestreno el intento fantasma de precuela en 3D a bombo y platillo. Etcétera. La cosa es que si los yanquis se ceban con estas minucias, ¿cómo no lo iban a hacer con la Super Bowl, uno de los hitos deportivos más importantes del año?

El fútbol americano, a diferencia del béisbol, es un deporte fascinante. Y lo es todo lo que le rodea. A lo grande. Si yo fuera americano, no lo dudaría: los domingos de Super Bowl me sentaría en el mejor sillón de casa, comería pollo frito con patatas y bebería un par de cervezuelas fresquitas mientras disfruto del espectáculo. Del partido y de la publicidad. Por si no lo saben, los anuncios son casi tan famosos como show deportivo. Este año pudimos ver a Clint Eastwood, al perro de la cantina de Moss Eisley y, por supuesto, los trailers de las películas que aspiran a quemar los contenedores de palomitas.

¿Qué nos espera de aquí a verano? Adrenalina a cascoporro y metralletas a lo Call of Duty. Destaca el estreno de ‘Los Vengadores’, que aprovecha cada vídeo para despertar al friki que duerme en mí, con un diálogo comiquero genial en el que Loki amenaza a Tony Stark: “Tenemos un ejército”. Ante lo que el humilde Iron Man responde: “Y nosotros un Hulk”.

Sumen ‘Battleship’, la versión moderna y fílmica del juego de mesa ‘Hundir la flota’ -sí, no lo mediten demasiado, es real-; ‘G. I Joe Retailation’, segunda parte de los juguetes de Hasbro, ‘Act of Valor’, cinta militar con aspiraciones formativas para los jóvenes estadounidenses; ‘John Carter’, el presumible pelotazo de Disney; y, por supuesto, ‘The Dictator’, la última barrabasada de Sacha Baron Cohen.