Silvia Abascal: ser, parecer, ESTAR

En el colegio, un profesor solía ametrallarnos con una frase cada vez que se le hinchaba la vena del cuello: “No sólo hay que ser buenos, ¡hay que parecerlo!” La combinación, ser y parecer, me ha ayudado mucho en la vida. ‘Siendo’ te aseguras dormir sin fantasmas revoloteando bajo la almohada. Y ‘pareciendo’ evitas que otros te consideren ese fantasma. Es sencillo. El domingo por la noche, viendo los Goya, incluí una nueva palabra a la serie: hay que ser, hay que parecer y, también, estar.

¿No les pareció preciosa la entrada de Silvia Abascal en el teatro madrileño? ¿No vieron la más pura y bella ilusión en la mirada cristalina de la actriz? ¿No sintieron un placer sobrehumano cuando escucharon las sinceras palabras, entrecortadas por un aliento emocionado, que brotaron de sus lágrimas? ¿No vieron plenitud en esas tres palabras: “Qué alegría ESTAR”? Perdonen por las mayúsculas, pero creo que están justificadas. Si vieron la entrada de Silvia Abascal notarían el subrayado tan pasional que la actriz utilizó al pronunciar el verbo: ESTAR.

Puede que Santiago Segura fuera muy chisposo y que las gafas de Almodóvar sean inolvidables. Pero sin duda, para mí, el momento estelar de la noche, el que trascenderá, será su momento. El de ella. El de una artista que vuelve al ruedo después de pasar el susto más grande de su vida. Una persona que tiene el detalle de lanzar un mensaje tan completo con tanta concreción: disfruten el momento, cada segundo es valiosísimo.

Para los menos informados, Silvia Abascal sufrió un infarto cerebral por el que ha estado diez meses en rehabilitación. «Estoy bien, emocionada de estar aquí hoy. Esto significa más que venir a los Goya». Pisó la alfombra roja con naturalidad, sabiendo lo que implicaba. Con sus mejores galas, luciendo sonrisa. Estrujando cada fotograma. Ser, parecer y ESTAR.