Project X

‘Project X’ es una oda al botellón. O, quizás, una crítica ácida e incisiva contra los modelos de la juventud del primer mundo. En cualquier caso, no es una buena película. Y pudo haberlo sido, ojo, de haber estrujado el salvajismo realista que la inspira en vez de apostar por una serie de convencionalismos adolescentes que dejan ese maldito regusto a «esto ya lo he visto».
Tres jóvenes con un tremendo parecido a la versión quinceañera de los protagonistas de ‘Resacón en las Vegas’ (su director Todd Philipps es el productor de ‘Project X’) organizan la fiesta de cumpleaños de Thomas, un pringado del instituto que no goza de ninguna popularidad. Como pueden suponer, la celebración se desmadra con más invitados de la cuenta, más alcohol de la cuenta y más drogas de la cuenta. Es, como les decía, lo que no vemos en ‘Resacón’ pero con zagales.

La gran baza de la película es su formato, que sigue la estela de la reciente ‘Chronicle’. El montaje simula que toda la película es un falso directo montado con las grabaciones de los propios adolescentes (cámaras de fotos, de vídeo, móviles). Sin duda, el gran interés de la cinta y lo único que no la convierte en una más del montón.

Con un humor basado en el exceso y el ‘pelotazo’, la hora y veinte escasa de proyección puede resultar hasta entretenida. Eso, siempre y cuando no se la tomen muy en serio, especialmente los últimos veinte minutos, que caen en un agujero oscuro e incomprensible que sobrepasa los límites razonables de la historia.

Si las aspiraciones de estos jóvenes tienen algo que ver con la realidad, tenemos un problema.