¡Piratas!

Si Guybrush Threepwood levantara la cabeza brindaría con una desbordante jarra de grog con el mismísimo LeChuck por el magnífico abordaje de Aardman. Por las barbas de Haddock, ¡’Piratas’ es una película más brillante que la diestra del Capitán Garfio! Marineros y grumetes de poca monta, desplegad el velamen y apuntad vuestros catalejos más allá de los horizontes establecidos por Pixar, Disney y Dreamworks: la mejor película de animación del año, me juego el gaznate, está hecha con plastilina.

La productora ha rozado en dos ocasiones el Oscar, primero con ‘Evasión en la granja’ y después ‘Wallace & Gromit’. En ambas ocasiones se chocó con las primeras espadas del género, obteniendo un segundo puesto nada reconfortante. Este año apuntaba el mismo camino: La ‘Brave’ de Pixar estaba llamada a ser la revelación de la temporada seguida por el ‘Rompe Ralpf’ de Disney. Sin embargo, después del desilusionante batacazo de la pelirroja, ‘¡Piratas!’ se alza como la gran favorita. Y lo hace por méritos propios.

El Capitán Pirata aspira a conseguir el premio al mejor pirata del año, que siempre pierde frente a tres temibles enemigos con mayores botines y hazañas más increíbles (¿encuentran algún parecido con Aardman y los Oscar?). En esta ocasión, sin embargo, tiene un plan que envuelve a tres elementos sorprendentes: Charles Darwin, un loro obeso y la Reina Victoria.

Hay dos grandes referencias para ubicar el estilo de ‘¡Piratas!’: el humor absurdo, creativo y genial de ‘Monkey Island’, la clásica aventura gráfica de Lucasarts; y la inventiva extrema, rítmica y colorista de la antología literaria del ‘Mundodisco’ de Terry Prachett (hay muchos parecidos entre el Capitán Pirata y el mago Ricewind de las novelas). Ambas fuentes deberían ser razón más que suficiente para convencerles de que ‘¡Piratas!’ merece un cariñoso visionado. Eso sí, no esperen ninguna profunda reflexión (nada de ‘Up’, ‘Wall-e’) más allá de que lo que más mola de ser pirata es el día del jamón.