Las Cortas Crest

Mi recuerdo de Falcon Crest es un bocadillo de Nocilla, un cola cao fresquito y un ejército de muñecos de plástico monocolor escondidos debajo del sillón de la abuela. También un tarareo constante de la melodía de apertura y la sabiduría constatada de que no había una persona más mala que Ángela Channing. Creo que, más allá de lo que sucedió en el guion de la serie, Falcon Crest es para nuestra generación un referente a la ‘televisión clásica’. Un lugar común.

La tecnología ha facilitado nuevos lenguajes de comunicación, de narrativa. Hemos visto web-series. Series grabadas por webcams. Series de animación en flash. Novelones de radio… En todas hay un factor audiovisual potente. Por eso me encanta que, en un momento en el que parece que todo tiene que pasar por Youtube, aparezca un serial que recree un rico universo de imágenes, música y efectos especiales con el arma primigenia: la palabra.

Salvador Galán, escritor granadino, ha iniciado un proyecto que promete: ‘Las Cortas Crest’, “el primer culebrón literario, castellano y olímpico”, como él define con mucho humor. He leído el primer capítulo (lo pueden encontrar en laparabolica.es) y no me queda más remedio que invitarles a pasar por su viaje noventero. Con su permiso, y con un regustillo a nocilla, les dejo el primer párrafo, a ver si les engancho:

“Nadie me dijo porqué la finca se llamaba Las Cortas, aunque teniendo en cuenta la clase de niño que yo era seguro que lo pregunté. Quizá no comprendí bien la historia y decidí olvidarla, o tal vez, llevado por el odio que profesaba hacia los nombres (al mío propio sobre todo), no le di importancia. El caso es que recuerdo fantasear con su origen durante el interminable verano olímpico que pasé allí solo. Mi madre acudía a Barcelona a ver los Juegos supuestamente junto a una amiga del club de viudas, y a mí me dejaba a cargo de su prima Reyes, la de Valladolid, de quien apenas sabía que era propietaria de una extensa finca a las afueras. Me esperaban pues, más de quince días en mitad de un páramo seco junto a una señora desconocida. La promesa de que en una semana llegaba el primo Luís constituía mi única esperanza de diversión”.

¿Seguimos leyendo: Una casa fuera del hogar?