El Hobbit (II): un viaje inconsistente

Con la terrible experiencia de los 48fps -sigo dolido-, he hecho una pequeña y rápida revisión de la trilogía de ‘El Señor de los Anillos’ (ESDLA) para recordar mis escenas favoritas. Nunca fui un purista de Tolkien, así que tampoco arremetí contra posibles destrozos del guion con respecto a las novelas. De hecho, si los hay, no me importan. Como espectador sigo disfrutando de la épica, la fantasía y la perseverancia de Frodo, Sam, Aragorn y el resto de la compañía. El asunto está en que ‘El Hobbit’ es un libro completamente distinto, una historia alejada de Mordor, unos personajes que viven una experiencia propia y original. Así que, ¿cómo es posible que ‘El Hobbit: un viaje inesperado’ me recuerde tanto a ‘La Comunidad del Anillo’? ¿Cómo es posible que dos relatos tan distintos en papel sean tan parecidos en pantalla?

Jackson no contaba con un presupuesto tan arrollador para rodar ESDLA, y consiguió una saga redonda donde la evolución y la historia eran consistentes. Ahora, con dinero para todos los caprichos, se olvidó de la escritura, apostó por tecnologías absurdas y por dejar que los productores impusieran una trama que reencontrara a los espectadores con sensaciones conocidas. Thorin Escudo de Roble es el nuevo Aragorn, Bilbo viaja con las inseguridades de Frodo, pero Balin le apoya como Sam Sagaz, Gandalf sospecha de que algo se avecina, Fili y Kili van juntos como Legolas y Gimli, y Gollum es Gollum.

El problema no sería el descarado intento de autoplagio tanto en personajes como en batallas, rodaje, diálogos, estructura… como la evidente y matemática realidad de que ‘El Hobbit’ es un libro de 300 páginas. ¿Cómo pueden salir tres películas de tres horas de 300 páginas? Estirando las escenas como un chicle manido. Sí, lo impensable: ‘El Hobbit’ es aburrida, lenta y agonizante. Haya o no haya leído el libro, uno es consciente al final de la proyección de que no eran necesarias tres horas para contar tan poco, de que leer el libro es más rápido que ver las tres películas, de que está carente de toda alma y de que, una vez más, nos quieren sacar la pasta.

No todo es malo en ‘El Hobbit’, obviamente. Hay grandes escenas que, si consiguiéramos extraerlas y montarlas en orden, quizás, tendríamos una película más agradable. Las escenas de acción son entretenidas, pero escasas para tres horas. Y la épica de Mordor no puede ser la misma que la épica del acertijo, la gamberrada y los enanos glotones. También, esta será, probablemente, la peor de las tres. En fin.

‘El Hobbit’ es un viaje inconsistente. Y francamente desilusionante.

 

PDT: Con todo, y por la envidia que siento por los miles de comentarios apasionados que leo a favor de ‘El Hobbit’, dentro de un tiempo, un mes, quizás más, la vea otra vez, sin los 48 fps. Me hicieron mucho daño. A ver si mi opinión mejora. Porque, les aseguro, que envidio profundamente a todos las que la están disfrutando tanto.