La vida secreta de Walter Mitty

Una fría mañana de enero, cuando trabajaba de ‘barista’ en una cafetería de Londres, entró una señora aterrorizada y me pidió una taza de té verde. Por lo visto, había aparecido un agujero descomunal en su jardín y no daba crédito. Dispuesto, marché con ella a su hogar, cerca de Notting Hill, y le prometí que iba a descubrir qué había en lo profundo del hueco. Imaginen qué sorpresa cuando aparecí en un túnel subterráneo, a los pies de la Alhambra.

Cada vez que cuento esta historia –verídica–, la gente me mira como si fuera un descerebrado irracional. Pero eso –y otros muchos viajes– es lo que sucede cuando lo que esperabas de la vida no alcanza los mínimos exigidos. Un virus que domina y colapsa el universo: un cohete en la espalda de tu jefe que le manda a la tercera luna de Júpiter, sobrevolar el mar a lomos de una ballena, teletransportarte a casa después de una noche toledana… Eso es lo que le pasa a Walter Mitty y a todos los que sufrimos, de vez en cuando, del virus de la imaginación.

Ben Stiller recupera la silla de director (‘Tropic Thunder’ y ‘Zoolander’ son sus anteriores trabajos) para dibujar una película con una poderosa capacidad evocadora. En gran parte, por la preciosa fotografía y la excelente recopilación musical (con el ‘Wake Up’ de Arcade Fire me ganas fácilmente) que encuadran la aventura de Mitty. Y, sin embargo, ese también es su problema. El film de Stiller resulta como una especie de cadena de videoclips musicales que no terminan de cohesionar. ‘La vida secreta de Walter Mitty’ funciona mejor vista por fragmentos, como pequeñas píldoras de genialidad aisladas del resto (por eso el tráiler es tan bueno).

Tampoco termina de convencerme el regusto a ‘película de autoayuda’ que destila. Su epílogo, tras una trama poco sorprendente, es extrañamente conformista. Más contundente es el mensaje contra las grandes empresas, la crisis de humanidad, y la paulatina destrucción del trabajo artístico. Todo un canto a la utilidad de lo inútil.

Ben, pese a todo, estás cerca de rodar algo extraordinario. Estoy contigo, Mr. Furioso.

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