Magic, la película

Les confesaré que nunca aprendí a jugar. Que me gasté muchas pesetas en paquetillos de cartas. Que lo que más me gustaban era sus dibujos de magos y demonios y bichos fantásticos. Y que mi verdadera obsesión por aquel juego tenía su origen en un comentario que escuché en la tienda de cómics: “Hay algunas cartas que valen miles y miles de pesetas, ¡si te tocan puedes venderlas por un pastón!” Sea como sea, si vivieron el ‘frikerío’ de los noventa recordarán cómo, una buena mañana, sin venir a cuento, todo el universo giraba entorno a ‘Magic: The Gathering‘.

Es curioso, porque con el paso de los años me he hecho muy aficionado a todo tipo de juegos de mesa y de cartas, pero lo cierto es que ‘Magic’ no me enganchó. El fervor llegó a ser tal que era fácil encontrar a grupos de jóvenes en patios, bancos y otras mesas improvisadas, haciendo melés alrededor del mazo de cartas. Supongo que -y perdonen la osadía- fue lo más parecido al fenómeno que, años más tarde, traería Pokemon a los recreos de todo el mundo.

‘Magic’ conquistó las vitrinas de las tiendas de cómics y juguetes en 1993 gracias a su aroma a épica medieval, dragones, espadas, hechizos místicos y poderes demoníacos. Viendo el éxito de la saga de ‘El señor de los anillos’ en el cine, que el film del videojuego ‘Warcraft’ ya está en preproducción y que ‘Juego de Tronos’ ha abierto la fantasía a un público más amplio, era cuestión de tiempo que alguien hiciera las cuentas: ‘Magic’ tendrá película.

El proyecto está en manos de Bryan Cogman, precisamente uno de los guionistas, productores y editores de ‘Juego de Tronos’ para HBO. Él será el encargado de reescribir el guión que su productor, Simon Kinberg (‘X-Men: Días del futuro pasado’), esbozó en unas hojas para convencer a los gerifaltes de Hollywood.

¿Volverá la fiebre por el ‘Magic’ a los patios del ‘frikerío’ patrio? ¿Estamos ante la nueva saga de moda llamada a sustituir el hueco que dejará ‘El Hobbit’? Pues no sabemos. Por si las moscas, vamos a revisar las cajas de la buhardilla, vayamos a que aún pululen por ahí las cartas y que alguna, con el paso del tiempo, se haya convertido en un tesoro pesetero.

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