Dani Rovira, presentador de los Goya

Hay una cosa peor que hacerse el gracioso. Creérselo. Seguro que conocen al típico individuo que va por la vida como si sus andares tuvieran más gracia que un monólogo de Gila. Es fácil identificarlos: son los primeros en reírse de sus chascarrillos y repiten sus chistes hasta la saciedad con coletillas del tipo «¿lo pillas?», «¿es bueno, eh?», etcétera. Y es que la risa no se puede forzar. La risa es una bendición. Un don. Un talento envidiable. La risa es acogedora y humilde. La risa es un arte.

Dicho lo cual, dejen que les cuente la historia –real– de un joven almeriense que, para salvaguardar su identidad secreta, llamaremos Juan. Pues bien. Juan, con la carrera recién terminada, entró a trabajar en un departamento de la Universidad. Hizo una investigación esplendorosa y sus jefes le invitaron, presurosamente, a presentarla en una reunión de mentes brillantes que tendría lugar en Madrid. Juan hizo los bártulos a toda prisa y busco la forma de llegar a la capital del Reino. Fue tal su fortuna, que una amiga le dijo que ella viajaba a Madrid en coche y que, si quería, podía acompañarla. «¡Bravo!», contestó Juan (en una lectura apócrifa de esta anécdota se sugiere que así nació ‘BlaBlaCar’). Pasadas unas horas del trayecto, la zagala preguntó a Juan si tenía sitio donde quedarse a lo que él, muy sincero, respondió que todavía no, que buscaría algún hostal o algo así. «Si quieres, te puedes venir a la casa de mi amigo. Es muy simpático y seguro que tiene sitio». Tras analizar el reducido campo de posibilidades, Juan optó por repetir la expresión: «¡Bravo!»

Y así fue como llegaron a la casa del amigo de la amiga de Juan en Madrid. Le abrió la puerta sonriente, le cedió encantado un sofá para pasar la noche, le invitó a cenar y fue, sin hacer ningún esfuerzo, un tipo entrañablemente gracioso. «¿A qué te dedicas?», preguntó Juan. «A veces salgo en la tele, hago monólogos». Años más tarde, nuestro querido protagonista contaría con orgullo la vez que Dani Rovira le dejó dormir en su sofá. Que fue la misma vez, por cierto, que hizo que Juan asegurase que la fama no le había cambiado ni un dedal: «es que es muy simpático, le sale natural».

No soy yo muy de ‘8 apellidos vascos’, pero Dani Rovira me parece un acierto para Los Goya, para el cine, para el humor y para el arte.

Esta noche le deseo lo mejor en la gala del cine español. Y espero que ningún guión forzado se cargue su naturalidad. Si lo dice Juan, será por algo.

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