¿Blancanieves o Grupo 7?

El escenario perfecto requiere de un DeLorean o de un cachivache fascinante de futura creación: una máquina del tiempo. Imaginen, por un momento, que ‘Blancanieves’ de Pablo Berger llega como candidata a los Oscars de 2011. Y que ‘The Artist’ nunca existió. Yo veo los titulares yanquis con nitidez: “El cine español conquista Hollywood”, “Puro arte venido de España”, “Los Weinstein fichan a Berger”, “¿Cómo no se lo ocurrió a nadie este canto al cine en la era del 3D?”, “Oda al cine en blanco y negro”… Y un largo etcétera que, desgraciadamente, ya conocemos.

‘Blancanieves’ es una excelente película. En todos los aspectos. Pero la coincidencia casi temporal con ‘The Artist’ la convierte, a ojos del espectador medio, en un intento de repetir el éxito de la oscarizada cinta de Michel Hazanavicius. Y me temo que tienen razón. No en que la película sea una marioneta mercantilizada, por supuesto. Sino en que no se va a ver con la admiración que merece.

‘Grupo 7′ no goza del impacto y la originalidad del cine mudo y en blanco y negro -aunque, como hemos visto, queda en entredicho- . Es, a priori, cine más convencional. Pero es un cine convencional excelente. Muy excepcional. Competidor directo de cualquier thriller, de cualquier novela negra, de cualquier drama colosal de la factoría americana. Y mundial. Es un peliculón.

Así que, ¿’Blancanieves’ o ‘Grupo 7’? Si la decisión hubiera estado en mi mano, y siempre que no estemos en un universo paralelo en el que ‘The Artist’ no exista, mandaría a ‘Grupo 7’ con todo el orgullo patrio. No hay más que ver el buen recibimiento que ha tenido en EE.UU. donde la HBO ya prepara una tv-movie inspirada en la cinta de Alberto Rodríguez. Quizás, bien visto, lo de la HBO sea un premio con más recorrido.

Abramos el apartado de las conclusiones: hay dos peliculones nombrados en este breve texto. Los dos son españoles. Los dos son de Oscar. Con dos coj…

 

…ones.

Grupo 7

El orgullo patrio es un sentimiento difícil de ubicar. A diferencia de los yankis, por ejemplo, nos cuesta contemplar ‘España’ y sus productos con el cariño que derrochan otras banderas. De hecho, mostrar admiración o simple respeto por el país es, para algunos, muestra irrefutable de una ideología política consumada y causa de pitidos ensordecedores. Con esto no voy a conseguir revolucionar ninguna mentalidad, pero valga para subrayar el siguiente entrecomillado, resumen perfecto de la sensación que me embargó después de ver ‘Grupo 7’: “Que viva España”.

Un “que viva España” en dos direcciones: por un lado, en el sentido más irónico y ácido, por el amargo y corrupto dibujo de un país que revende su alma a un demonio vestido de dinero rápido, tráfico de influencias y burbujas inmobiliarias. Por otro, más sincero y limpio, por la enorme alegría que es disfrutar de un peliculón de este calibre sin el más mínimo complejo frente a la más poderosa producción hollywoodiense. Insisto: ‘Grupo 7’ es un pe-li-cu-lón.

Para los que gustan de comparaciones, la cinta de Alberto Rodríguez (‘Siete vírgenes’) es una suerte de ‘The Wire’ a la andaluza. Una combinación fantástica de cine negro clásico, personajes claroscuros, un montaje vibrante y un guion talentoso que levanta, cual paso de Semana Santa, el electo de actores liderados por un Antonio de la Torre en estado de gracia, y un Mario Casas que firma el mejor trabajo de su carrera.

La pena es el pobre recibimiento del film en taquilla. Resulta descorazonador ver cómo una película tan excepcional se queda en ‘anécdota’ si no hay una promoción arrolladora. Sin embargo, estoy convencido de que ‘Grupo 7’ gozará del efecto ‘bola de nieve’ y, dentro de unos años, se hablará de ella con un evidente orgullo patrio. Siempre llegamos tarde. Pero que viva España.