Aningaaq

Aún doy gracias por ‘Gravity’. Sigo pensando que es una de las grandes candidatas a los Oscar y una de las mejores películas del año. Por su épica, por su belleza y por su aparente sencillez. Un acierto de Alfonso Cuarón, que sabe conjugar entretenimiento y cinematografía en no más de 90 minutos, un metraje que, últimamente, parece ajeno a todas las grandes superproducciones. Y, cuando creía que no podía sorprenderme, aparece Aningaaq.

Jonás Cuarón, hijo del director, dirige ‘Aningaaq’, un pequeño y también bello corto que bebe de la poesía que conjuga ‘Gravity’. En la película, de poco más de siete minutos, conocemos a Aningaaq, un pescador rodeado de nieve que, un día, recibe, por casualidad, la llamada de socorro de la astronauta Ryan Stone (Sandra Bullock). Si no han visto la película, por favor, no sigan leyendo.

El corto de Jonás es la misma escena que protagoniza Bullock en la nave espacial, pero vista desde el otro lado. Una explicación a los aullidos, al llanto de bebé y a la tierna nana que calma la tempestad. Precioso momento, una historia mínima, que, sin embargo, transporta un mensaje por las estrellas que no nos es ajeno. Quizás, otra respuesta a las mismas preguntas de ‘Gravity’: ¿qué es la vida? ¿Qué es la muerte?

‘Aningaaq’ ha seguido la estela de su padre y ya forma parte de la lista de cortos favoritos para ganar el Oscar. Un combo inesperado que terminaría de subrayar el buen trabajo de la familia Cuarón. Entre que ya tenía ganas de ver la película y la idea de que pueda haber más contenidos como este, me muero de ganas de que salga el Blu-Ray.

Gravity (II), un viaje en el tiempo

Del precioso mosaico de imágenes inolvidables que ofrece ‘Gravity’, hay una que justifica toda la película, el único fotograma en el que el espacio exterior queda fuera de la composición: una ecografía de Sandra Bullock. ¿Por qué? Porque mientras estudiosos y críticos mordaces describen los grandes errores científicos del film (que si el pelo no tiene gravedad, que si el sonido de no sé qué, bla bla bla…), lo cierto es que Alfonso Cuarón nos invita a contemplar el mayor espectáculo del universo: el origen de la vida.

‘Gravity’, además de una de las grandes películas del año, es una sensación. Cuarón consigue la sincronización perfecta entre Bullock y el espectador: nos mareamos juntos, lloramos juntos, flotamos juntos. La técnica, la belleza formal de una cinta sobresaliente, está a nuestro servicio a través del sobrecogimiento que produce tocar el espacio. Numerosos planos subjetivos para que no nos quede ninguna duda de que estamos ante un gran parto del que no solo somos testigos, también protagonistas.

Los 90 minutos de metraje son un proceso terrorífico y maravilloso que reinventan la única experiencia que todos compartimos y ninguno recordamos. Y, por supuesto, está el espacio, la última frontera. La Tierra reflejada en la escafandra de los astronautas, la aurora boreal iluminando la noche, el inmenso océano que, desde arriba, parece el cielo. Es precioso.

En el centro del Universo, ella, la mujer, Sandra Bullock. Un trabajo inconmensurable, acertado y difícil, que conduce toda la película. La próxima vez que me vaya a reír de ella por ‘Miss Agente Especial’, recordaré lo que me hizo sentir en ‘Gravity’.

Alfonso Cuarón fusiona el poderoso imaginario cinematográfico de ‘El Árbol de la vida’ (Terrence Malik) y el ahogo existencial de ‘Enterrado’ (Rodrigo Cortés), sin perder de vista el arma más importante del narrador: entretener. Nacer debe ser algo parecido a ‘Gravity’, no quieran perderse ese viaje en el tiempo.

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Gravity (I): Universo, silencio, mano, milagro

El Universo se extiende por un límite invisible que nos empapa. Flotamos en una burbuja donde los maullidos de Schrödinger esperan un chispazo irrefrenable, un orgasmo físico y emocional que origine el principio de todas las historias. Parece mentira que en una quietud tan nimia, tan abrasadora, exista cualquier posibilidad. Ojos verdes, pelo rizado, sonrisa traviesa.

El silencio guarda los colores más bellos de la creación. La mirada, aún perdida, refleja los ríos que se hacen océanos, los caminos que suben montañas, las ciudades que brillan en la noche más cerrada. Las voces que antes guiaban nuestros pasos, nuestros torpes intentos por iniciar algo hermoso y transcendente, algo que cambiase la vida de los que ya viven, no se escuchan más.

Agarras la mano con fuerza, como el padre que acompaña a la madre en el paritorio. No te has dado cuenta, pero estás a mitad de la película y ‘Gravity’ (Alfonso Cuarón) te estresa, te ahoga, te empuja. En vez de hablar, respetas el silencio, el instante que podría ser y no ser, el Universo que se escribe congelado en un fotograma, en una Sandra Bullock que gira sobre sí misma, anclada a un cable umbilical que la acurruca en posición fetal. Y sostienes la mano del que tienes al lado. Sientes cada apretón, cada pulso, cada latido volver a empezar.

Somos un milagro. Usted y yo. Todos. Es un milagro que estemos vivos. Que nos abramos paso por un drama tan extraordinario y que, pese a toda hostilidad, a todas las probabilidades que restan opciones a la vida, hayamos llegado hasta aquí. Es tan probable que muramos hoy que hay que intentar llegar a la noche con una buena historia que contar. Algo que nos ayude a vencer la gravedad, a dar un paso. A aprender, las veces que hagan falta, a andar.

‘Gravity’, mucho más que una película. Sigamos.

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