Ozores

Muchos jóvenes e ignorantes como yo despidieron ayer a Antonio Ozores sin tener muy claro quién fue. Para nosotros era uno de esos actores histriónicos que pululaban después del tiempo en las películas de la sobremesa. Para mi generación, tipos como Alfredo Landa, Pajares y Esteso o el propio Ozores, fueron nubes pasajeras. Y, como todo nubarrón, también nos mojó.

Pero la verdad es que nos falta esa cultura de identificar sus trabajos. Quiero decir, sé que Ozores hizo 160 películas, pero apenas puedo nombrar un puñado. Sin embargo, sí que tengo la sensación de que se va un grande. Su impronta original y verborréica hizo fácil identificarlo con sólo oír su voz. Esos sonidos guturales acompasados con bailes flemáticos y bolas en los carrillos. Qué tipo tan genial.

Ayer nos pusimos a recopilar vídeos suyos para colgarlos en ideal.es y fue como leer por primera vez tu novela favorita. Pese a que Antonio Ozores había muerto media hora antes, yo me partía de risa viéndole interpretando al Marques de Sade en el Un, dos, tres, charlando con sus soldados y en ese ingenioso monólogo de arranque de ‘No, hija, no’.

Mientras que el mundo lloraba la muerte de Ozores, ironías de la vida, yo lloraba de risa con Ozores. ¿No es esa la señal de que has cumplido tu parte del papel en la historia? ¿No hace eso que haya valido la pena? ¿Provocar risas el día de tu muerte, no te convierte eso en eterno? Antonio, en serio, eres un tío de ‘frutacojonudísisiestupenda’ madre. Descansa.