El primer 'Desafío Total'

Era una de nuestras cintas favoritas, ‘Desafío Total’. La grabamos de Canal Plus y le hicimos una caratula con recortes de revistas (era otra piratería, más honrada y artesana). No solo nos encantaba la película, también nos pasábamos horas jugando en el pasillo de casa a que había un enorme ventilador que nos empujaba sin remedio hacia un ‘inhóspito paraje de consecuencias fatales’ -la cocina-, inspirado en las dunas de Marte que concluían la aventura de Douglas Quais (Schwarzenegger).

El tiempo añade plusvalías a las películas, convirtiéndolas en algo mejor -o peor- de lo que originalmente fueron. Éste es un claro ejemplo. Paul Verhoeven interpretó el relato de ciencia ficción de Philip K. Dick con una sinceridad visual muy consecuente con la época: explosiones, aparatos luminosos, bichos inteligentísimos con terribles parecidos a políticos catalanes que salían del estómago de rebeldes y mujeres con tres tetas. Ahora, aquel mundo de fantasía noventera tan palpable se convierte en un páramo de cromas, tres dimensiones y protagonistas que caerían de un soplido en una pelea contra Schwarzenegger. Y me molesta.

Me molesta que se utilice el mismo título para nombrar a dos películas que no son la misma película. Me molesta la vírica manía de producir remakes de films que deberían reestrenarse tal y como lo hicieron veinte años atrás. Me molesta que se vendan como “la versión más auténtica del relato que la inspiró” o “la película que no se pudo hacer en 1990”. Me molesta que crean que los espectadores no sabremos ver las diferencias y que olvidaremos la anterior. Y me molesta que ahora, alguien, pueda recordar ‘Desafío Total’ como la bazofia (basándonos en las críticas que recibió la cinta en USA, que aquí llega, además, con retraso) cutre que protagonizó Colin Farrell.

Voy a ver ‘Desafío Total’ con recelo, mala baba e innumerables ideas preconcebidas de lo que me encontraré. Después, hablaremos de Len Wiseman (‘Underworld’) y su posible entrada en la lista de innombrables de Hollywood. ¿No les gustaría poder mandar a todos los cerebritos de Hollywood amantes de los remakes a las colinas de Marte, a que se les salgan los ojos?

Los Mercenarios 2

‘Los Mercenarios 2’ tiene un grave problema de empatía. Si las películas de acción de los 80 y 90 nunca le dijeron nada; si Stallone, Schwarzenegger, Van-Dame, Willis, Lundgren y Norris son apellidos que ni le motivan ni le agradan; o si nació en una época en la que el término ‘héroe de acción’ se emplea para describir a Colin Farrel, Chaning Tatum, Sam Wothington o Taylor Lautner y, por tanto, ‘Desafío Total’, ‘Soldado Universal’, ‘Rambo’, ‘Terminator’ o ‘La Jungla de Cristal’ son sinónimos de “versiones y secuelas molonas de películas antiguas”, ‘Los Mercenarios 2’ no le emocionará nada en absoluto. De hecho, le irritará ver a tanta vieja gloria corriendo por campos de batalla, una barbaridad arcaica repleta de palabrotas, chistes malos, buenos en dos dimensiones y escenas poco espectaculares. Por tanto, podemos concluir que si usted se incluye en uno de los parámetros ya mencionados, ‘Los Mercenarios 2’ le parecerá una completa, soberana y magnánima bazofia.

Ahora bien, si se encuentra al otro lado de la línea, si ver a estos malditos bastardos en un mismo plano le eriza el vello, si creció en una época de maquetas, explosiones desmesuradas y músculos imposibles, amigo, usted va a alucinar.

‘Los Mercenarios 2’ supera a su predecesora en todo por una sencilla razón: sabe encontrar su sitio. La película de Simon West (‘The Mechanic’) reúne a los actores fetiche de la acción noventera con un claro objetivo: “vamos a pasárnoslo bien”. Y entonces sucede la magia y la autoparodia consentida por sus protagonistas, las constantes referencias a la vida real de los actores y a sus papeles fetiche, funciona también como la mejor y más maravillosa oda a su trabajo.

¿El guion? ¡No importa! De verdad, créanme, no importa nada en absoluto. La historia no es más que una excusa para crear las situaciones idóneas para que las estrellas hagan su trabajo. Además de contar con el cameo más memorable de la era moderna -Chuck Norris, impagable-, cumple el sueño del aficionado sin pretensiones que un día soñó con tener a Terminator, Rambo y McClane disparando en una misma escena.

Puede que estos actores debieran estar ya en un museo, pero la verdad es que su leyenda les sobrepasa. Insisto: es el único estreno del verano que supera mis expectativas. Yo no dejé de reír.

Mercenarios 2: los otros

Era la sesión golfa, la medianoche del estreno de ‘Los Mercenarios 2’, y la sala estaba casi vacía. Al menos ésa era la sensación hasta un segundo antes de que se apagara la luz, justo cuando un grupo de amigos, entre diez y quince jóvenes que debían rondar los treinta años, entraron como una exhalación en la sala. Les juro que me bastó su forma de andar, de sentarse inquietos en la butaca como niños que esperan su regalo de Navidad, para imaginarles esa tarde, llamándose por teléfono unos a otros, pasando el mensaje: “¡Se estrena hoy! ¿Nos veremos, verdad?”

Y ahora, varios días después, todavía sonrío recordando la que será, sin duda, una de las más felices y divertidas noches de cine que viviré en toda mi vida. Con las letras ya impresas en la pantalla, había una palpable contención en el ambiente. Un silencio expectante que se derrumbó con un potente estallido en cuanto Stallone apareció en la pantalla: el grupo inició una increíble y emocionante ovación al que el resto de la sala -por pocos que fuéramos- nos vimos arrastrados. Se creó una burbuja mítica y memorable en la que cada guiño, cada presentación, cada chascarrillo de machote y cada disparo certero en la cabeza del enemigo, era excusa suficiente para gritar, chocar las palmas y reír con el descaro de un héroe de acción.

Aplaudimos a todos los protagonistas de las películas que inventaron nuestra infancia. Aplaudimos los días en que el salón de casa se convertía en un inesperado fortín al introducir la cinta en el videocasete. Aplaudimos a aquellos zagales imberbes dopados de adrenalina que saltaban sobre el sofá y corrían por el pasillo esquivando el disparo enemigo. Aplaudimos un tiempo que pasó, un tiempo al que nos consagramos en cuerpo y espíritu, al que honrábamos, una vez más, en su templo, en el cine.

No sé sus nombres ni a qué se dedican. Podrían ser esos vecinos con los que te cruzas todas las mañanas en la misma calle, o compañeros de colegio, o el tipo que te contó el chiste del cura granaíno. No importa. Sólo sé que ellos, los otros mercenarios, consiguieron que ver a Schwarzenegger, Stallone, Willis y Norris en la misma escena fuera una catarsis lírica. Gracias. Espero de corazón que ustedes encuentren a un grupo así cuando vayan a ver los ‘Mercenarios 2’, la película que, por cierto, más feliz me ha hecho de todo el verano. Pero de eso hablamos mañana.

Zorrineitor

Hay días en los que es mejor no encender el ordenador. Si algo ha conseguido Internet es que leamos chorradas que nunca deberían suceder. Macho, lo de ayer no tiene nombre: se ve que las productoras de Hollywood, cansadas de repetir hasta la saciedad las mismas fórmulas, han apostado por una técnica revolucionaria, la resurrección. Que, aunque les pueda parecer lo mismo que otros palabros del estilo (‘remake’, ‘secuela’, ‘reboot’), es aún peor.

El primer caso es una noticia que debería producir cierta alegría friki pero que da un susto de aúpa. Arnold Schwarzenegger volverá a ser Terminator en la quinta entrega de la saga. El problema de la historia está en que los derechos de la saga pasarán a las manos de James Cameron en un par de años, con lo que si otros quieren sacarle jugo a la saga de los Connor, deben darse prisa. Por eso, Justin Lin, el insigne director de ‘A todo gas 3’, ‘A todo gas 4’ y la reciente ‘A todo gas 5’, se hará con los mandos del proyecto. ¿Por qué? Es barato, cutre y dará pasta a mansalva.

Al otro lado del ring tenemos al ‘Zorro’. La genialidad es volver a rodar la aventura que ya protagonizara Antonio Banderas -suponemos que con otro actor, por lo más sagrado- con la misma estructura: México, un tirano, un héroe del pueblo, blablabla… pero con una sustanciosa diferencia: en el futuro. En el año 2100 o así. Ahí lo llevas, manito.

¿Mi conclusión? Que si lo que realmente quieren los insignes productores de Hollywood es sorprendernos deberían mezclar ambas ideas y realizar ‘Zorrineitor’. Una apasionante aventura de acción en la que Arnold Schwarzenegger, el hijo de una adinerada familia del futuro, se implanta miembros biotecnológicos y brutalmente armamentísticos para viajar al México pasado y convertirse en el héroe que librará a toda Sudamérica de sus dictadores. Al final, cuando muera, podrá decir: “Sayonara, wey”.

Chuache en 3D

Aprender a escribir su nombre es mayor hazaña que cualquiera de las explosiones, decapitaciones o trepanaciones que provocó en sus años mozos: Arnold Schwarzenegger, posiblemente el apellido que más veces se ha escrito bajo la técnica de ‘control c, control v’. Aunque también goza de un amplio repertorio de diminutivos cariñosos del tipo ‘Chuache’, ‘Chochi’, ‘Arnaldito’, ‘Governator’ y, en sus círculos más cercanos, ‘el tipo que dejó la economía de California en la basura’ -a pesar de haber renegado de un sueldo anual 175.000 dólares porque no lo necesitaba, todo sea dicho-.

El caso es que el vecino de Cimmeria, el hacker de Skynet, el espía que se acostaba con Jamie Lee Curtis, vuelve al cine. Sí, amigos, ¿lo dudaban? Después de sus años en política, el morbo de ver otra vez al musculitos en acción ha conseguido que los productores hollywoodienses se froten las manos cual moscas sobre un buen montón de… azúcar. Supongo que esperan repetir los éxitos cosechados en taquilla por su colega Sylvester Stallone.

Ayer, por fin, Chuache se pronunció ante las preguntas de unos insistentes periodistas: ¿Volverá a ser Terminator? ¿Matará algún Depredador? ¿Correrá por su vida en un reality? “Bueno, estoy estudiando quince posibles guiones y, entre ellos, están ‘Terminator’, ‘Depredador’ y ‘Perseguido’. Y también voy a interpretar a un personaje de cómics, que anunciaremos a principios de abril”.

Hay que ver, dos frasecillas de nada y Arnaldito me tiene inquieto. No les voy a negar que me encantaría verle en la segunda parte de ‘Los Mercenarios’, a fin de cuentas esa ‘saga’ es un género fílmico en sí misma (viejas glorias con ganas de casquería). Pero la sola idea del resto de remakes o, tiemblen conmigo, un papel tipo Mr. Freeze en ‘Batman y Robin’ (incomprendida joya de la filosofía nórdica), me llenan de congoja. Y, encima, seguro que en 3D.