Las pasiones invictas

Qué gusto sentirse campeón. Del Mundo, oigan. Ayer por la mañana me emocioné -otra vez- al escuchar las declaraciones que Iker Casillas -nuestro insigne y particular Leónidas- hizo en la radio: “Este es el final perfecto para la película. Empezamos perdiendo, pero poco a poco, con trabajo y esfuerzo, hemos alcanzado el sueño. Esto es maravilloso”. Como dicen los entendidos, no se trata de ser supersticiosos, pero aquí todo cuenta. El día después de que España perdiera contra Suiza, hablamos de cómo nos gustaría recordar ‘la película’ del Mundial, ¿recuerdan?

Les planteé que el guión, gracias a la derrota, sería redondo. La metáfora de un país levantando, al fin, un triunfo. Convirtiéndonos en leyenda. Y, qué quieren que les diga, estoy terriblemente orgulloso de que la Historia haya hecho justicia.

Hoy me vienen tres filmes a la cabeza. La primera, la que ha guiado el espíritu del Mundial de Sudáfrica: ‘Invictus’, con un equipo – “dueños de su alma, dueños de su destino”- que ha cogido las riendas de un país sin líderes para darnos una dosis de emoción. ‘El secreto de sus ojos’ y su precioso monólogo sobre las pasiones, sobre cómo un sentimiento tan irracional puede hacernos poderosos. Y, en un rezagado tercer puesto, ‘300’, más que por la épica, por la tremenda paliza que soportamos de esos persas que no supieron perder, los holandeses.

Pero, finalmente, volvimos a la rendición de Breda. Las lanzas al suelo y los vítores al cielo. Un país convulsionando a rojos borbotones de amor. El amor por un deporte, por una idea, por un muesca en el fusil. El amor contenido en las lágrimas de rabia y en un beso, natural, entre el héroe y la heroína. Un beso como los de antes, inesperado, con la pierna al aire.

Casillas, qué película, amigo. Qué película.