Extraterrestre

Expectativas y extraterrestres. He aquí la cuestión. Corría el año 1997 y mi amigo Antonio se había llevado el chasco de la temporada: “¿una película sobre alienígenas en la que no se ve ni un puñetero bicho? ¡Qué invento es este! ¡Menuda estafa!”, gritaba dolido. Salíamos de ver ‘Contact’, película protagonizada por Jodie Foster que habla de ovnis, del espacio exterior y de la vida más allá del ser humano. Pero sin mostrar ni un solo engendro verde. Ni un marciano, critter o peligroso invasor con ansias de destruir la Casa Blanca. Ya me entienden. Yo, sin embargo, salí encantado con la idea. Me pareció una genialidad, un ejercicio fascinante de imaginación.

La cara de Antonio tras ver ‘Contact’. Ése fue mi primer pensamiento al terminar de ver ‘Extraterrestre’ de Nacho Vigalondo. Llevaba mucho tiempo dejando que la película del director de ‘Cronocrímenes’ -recomendable antes, ahora y después; tengan o no un Delorean en el garaje- durmiera el sueño de los justos. ¿Por qué? Malas críticas, comentarios de parientes, amigos indignados, chistes hirientes… Simplemente, el tiempo pasó y nadie me recomendó ver ‘Extraterrestre’. Con los títulos de crédito en pantalla, imaginé el gesto de Antonio en la cara de todos esos que me dijeron “no la veas que es muy mala”. Y me encantó la idea de poder escribir esta línea:

‘Extraterrestre’ es un genial y sencillo derroche de imaginación. Se la recomiendo.

Julio (Julián Villagrán) despierta tras una noche de juerga en el piso de Julia (Michelle Jenner). Es tarde, tienen resaca y no recuerdan ni sus nombres. Pese a ser domingo, les extraña que no se oiga ni un alfiler en la céntrica calle de Madrid. Un pesado y pegajoso vecino (Carlos Areces) les abre los ojos: “anoche nos invadieron los extraterrestres y se han llevado a toda la gente a unos refugios”. A partir de ahí, nada ni nadie será lo que parece. O, mejor dicho, lo que dicen ser. Incluido el entrañable Carlos (Raúl Cimas).

Vigalondo trata la maravillosa complejidad del ser humano con una sencilla comedia repleta de mentiras, manipulaciones, traiciones y chantajes. Casi una pequeña obra de teatro en la que los actores no salen del piso, como en ‘Un dios salvaje’ pero con tintes de ciencia ficción. Supongo que no saciar las expectativas convierte el resultado en algo insuficiente. Pero conmigo, este ‘Extraterrestre’, las superó.

Un amor entre dos mundos

La posibilidad de alterar la forma de entender el espacio no implica que también podamos modificar a nuestro antojo el tiempo. Lamentablemente. Arriba y abajo se mezclan en ‘Un amor entre dos mundos’, pastel que parte de una original y vistosa idea para terminar en una agónica, desesperante y aburrida manera de perder el tiempo. Juan Solanas, su director, cierra la película con una preciosa dedicatoria escondida tras los títulos de crédito: «A nuestro tío Martin. El astronauta a pie, gentlemen de los Buenos Aire. Genial inventor de la nada. Te extrañamos». Si tan solo hubiera sido fiel a esa pasión tan sincera, tan evocadora, que demuestra en veinte palabras, tal vez, el film hubiera sido una experiencia trascendente.

Pero, como les digo, arriba y abajo, principio y final, solo funcionan como espejismo visual. Y, como todos los espejismos, atrae al espectador a la butaca con una original promesa de aventura, ciencia ficción y romance. Sí que combina los tres elementos. El problema es que el resultado final es francamente decepcionante.

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El mundo está dividido en dos gravedades, los de abajo son pobres y oprimidos y los de arriba, ricos y poderosos. Adam (Jim Sturges, ‘21, Blackjack’), de ‘Villabajo’, conoce a Eden (Kirsten Dunst, ‘Spiderman’), de Villarriba, con poco más de ocho años. Pasan su infancia viendo al otro al revés y, claro, quién podría evitarlo, se enamoran. El problema es que está prohibido colarse en la gravedad del otro lado y, por supuesto, que arribeños y bajeños se toquen. ¿Conseguirán los Romeo y Julieta de la flotación inversa romper con lo establecido y amarse bajo un naranjo?

Puede que ‘Un amor entre dos mundos’ no sea algo tan malo como creo que es. Sí que puede resultar entretenido y complacer a los que busquen unos minutos de placer estético y una historia de amoríos imposibles. Pero es que la idea de Juan Solanas era tan innovadora que, demonios, podría haber sido algo muy bueno. Confío en que el argentino haya aprendido la lección: sigue jugando.

Looper

cuando crees que estás acabando, tan solo es el principio. El camino, como les decía, es una fuente inagotable de posibilidades que vive a expensas de nuestras decisiones. Puede que la apariencia física, la del círculo, sea inamovible, pero somos nosotros los que decidimos qué sucede en el como herederos de nuestras acciones. La única cuestión que queda por resolver, entonces, es saber si las consecuencias son siempre lineales: ¿el bien comporta el bien y el mal, más mal? ¿Y si un acto violento y descabellado construyera un futuro mejor? ¿Un círculo mejor?

‘Looper’ es la muestra patente de que no es necesario un desafío total de efectos especiales para conseguir una Ciencia Ficción de primerísimo orden. Rian Johnson (‘Brick’, ‘Breaking Bad’) escribe y dirige una película soberbia, elegante en sus formas y compleja en contenido. Un relato apasionante sobre los viajes en el tiempo y la vida entendida bajo el precepto oriental del karma.

Joe (Joseph Gordon-Levitt) es un Looper, un asesino contratado por las mafias del futuro para eliminar a sus víctimas en el presente, eliminando cualquier pista temporal. Todo cambia el día en que Joe debe asesinarse a sí mismo, a otro Joe con 30 años más (Bruce Willis). La potente premisa no solo crece a lo largo del guion, sino que entran otros factores inesperados que convierten al film, por derecho, en una de las grandes del año. En una referencia atemporal.

Los carismáticos Gordon-Levitt y Willis hacen justicia a sus personajes con un trabajo icónico que seguro será imitado de ahora en adelante. Johnson sigue la estela de Christopher Nolan y, al terminar la película, sólo los que quieran profundizar verán guiños que, a priori, pasan desapercibidos, liberados a la atención e imaginación del espectador. El camino es una fuente inagotable de posibilidades que enriquecen la experiencia. Una lección que Johnson aprendió al descubrir que el secreto de crear un círculo es que

El Cosmonauta, Alien y Stanislaw Lem

Los amigos de Google nos regalaron ayer una preciosidad en honor a Stanislaw Lem, uno de los grandes creadores de la ciencia ficción y culpable, entre otros, de que el género traspase las fronteras de la fantasía y se adentre en la filosofía y la antropología. Es más que probable que el equipo que escribió ‘El Cosmonauta’ tenga a buen recauda las obras de Lem y que ayer, al lanzar el trailer de su película, rieran con la curiosidad.

Por cierto, ¿recuerdan ‘El Cosmonauta’? La cinta ha gozado de una gran publicidad desde sus primeros pasos. Tal vez les suene más como “la película de los internautas”, ya que se ha financiado con donaciones y licencias Creative Commons. Ayer vimos el trailer de la producción y, la verdad, me deja un tanto intrigado. Por un lado la calidad es más que aceptable. Se ve que hay buenos ojos detrás de las cámaras. Pero, por otro, me da la sensación de que no tienen mucha fe en la película ya que el trailer es demasiado completo y lineal. Quiero decir, si yo fuera distribuidor de cine, no lo recomendaría.

El proyecto pedía un trailer más evocador. Algo que nos dejara con la intriga de saber qué nos vamos a encontrar. Y, sin embargo, los casi tres minutos de metraje profundizan demasiado en un tono nada atractivo. Sea como sea, mantengo mi fe y mis ganas de ver el resultado de esta curiosa película.

Siguiendo la estela de la ciencia ficción, Ridley Scott ha presentado las primeras imágenes oficiales de ‘Prometheus’, la que se suponía precuela de ‘Alien’ y que no se sabe lo que terminará siendo. Podemos ver a Michael Fassbender -que últimamente está en todo-, Idris Elba y Charlize Theron. Sí, para qué nos vamos a engañar: me muero de ganas. Viva la ciencia ficción.

¡Satélite!

¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¡No, es un satélite! Si nos dejamos guiar por lo que el cine nos ha enseñado lo más probable es que usted ya haya muerto. Sí, lo siento en el alma. Y no me mire así, ¿o es que no es triste que nadie vaya a leer jamás esta columna? Así que cada cual sostenga su vela. Pero vamos, que, como les decía, lo de que ya estén muertos se debe a que, probablemente, el aparatejo de las narices habrá caído en unas coordenadas impensables, trasladando el eje rotacional del planeta, provocando innumerables maremotos y tormentas de lava que habrían exterminado a toda la humanidad, menos a un pequeño pueblo de Albuquerque donde sus bondadosas gentes americanas seguirán cantando el himno de las barras y las estrellas hasta que una nave interplanetaria venga a rescatarles. Y tal.

Esa, como les digo, es la opción más probable. Pero, si por el contrario no han muerto, es el momento de que miren de reojo a todos los que le rodean. En especial a los periodistas con gafas. Existe una remota posibilidad de que el satélite trajera en sus entrañas un kryptoniano con poderes sobrehumanos que será capaz de luchar contra todos los villanos de la sociedad con la excepción de especuladores, banqueros sin ética, ricachones inmorales y dentistas -nunca me fié de ellos, es algo personal-.

No descarten el tema ‘alien’. Se conoce que los extraterrestres gustan de subirse a aparatos desconocidos. Así, es bastante probable que tengamos una plaga de Transformers de aquí a unos meses. O, en su defecto, un bicho descomunal que terminará siendo transportado en un tren que descarrilará ante la atenta mirada de una cámara de Super 8. Esperemos que no haya anillos verdes, que de héroes chorras ya andamos sobrados.

En cualquier caso, si, como les digo, hoy siguen vivos y no notan nada extraño o fuera de la normalidad a su alrededor no crean que no pasó nada. Que fue una de esas noticias que los periodistas nos empeñamos en repetir hasta la saciedad para aprovecharnos del morbo inherente. No, pamplinas. Lo que ha pasado es que dos tipos, vestidos con elegantes trajes negros, les han flasheado en toda la cara. Chimpún.