Nueve extras inolvidables de la Historia del Cine

En la Historia del Cine hay personajes, guiños y acciones que no debieron existir. De hecho, para la mayoría de los espectadores pasan desapercibidos, como si nada. Pero en el momento en que se descubren, cuando alguien te dice «¿viste esto?», es como si abrieras los ojos por primera vez.

Aquí nueve vídeos de nueve extras memorables que, inexplicablemente, llegaron al montaje final de la película. Algunos son divertidísimos.

Abran los ojos:

1.- La Guerra de las Galaxias. Una Nueva Esperanza

Esta escena es muy conocida por los fans de Star Wars. Tres soldados imperiales van a la caza de Luke Skywalker, Han Solo y la Princesa Leia. La puerta se abre y… Sí, el soldado de la derecha se lleva un golpe estelar.

2.- Regreso al Futuro 3

Es que es muy grande. Lo de este niño es muy grande. No solo pone una cara muy extraña, es que se permite el lujo de decirle a la cámara que se acerque y, luego, señala su, bueno, su condensador de fluzo. Parece que tenía ganas de ir al baño…

3.- Con la muerte en los talones

Estamos en el Monte Rushmore y Eve Kendall va a disparar a Roger Thornhill. Algo que sabemos unos segundos antes; antes incluso de que ella saque la pistola. ¿Por qué? Fíjense en el niño que está sentado solo en una mesa, ¡se tapa los oídos!

4.- Willy Wonka y la Fábrica de Chocolate

El vendedor de caramelos está cantando delante de un grupo de niños normales y de una niña con reflejos ninja. Ojo:

5.- Cazafantasmas

Los Cazafantasmas están a punto de subir las escaleras que van hacia arriba, antes de aprender que debes responder sí cuando un Dios te pregunta si eres un Dios. La gente se arremolina en la calle para animarles pero, ¿no les parece que hay un extra que les roba todo el protagonismo?

6.- El Caballero Oscuro

Mientras que Batman y Catwoman están enfrascados en una pelea con los esbirros de Bane, uno de ellos, a la izquierda de sus pantallas, lo está pasando muy mal…

7.- El último Samurai

Este extra merece el mayor de los respetos. Porque no solo no se había dado cuenta nadie, sino que el tipo se queda como si nada. Y, ojo, un caballo le acaba de dar una coz en sus partes…

8.- Teen Wolf

Uno de mis favoritos. Al final de la película, cuando el equipo de Michael J. Fox está celebrando la victoria, una mujer se pone a saltar cuando, descubre, que tiene los pantalones abiertos y se le ven las bragas. Tal cual. ¡Y así apareció en el cine!

9.- Cómo ser John Malkovich

No es un extra. Tampoco una toma falsa. Es una muestra de la genialidad de John Malkovich. Al final de esta escena, un tipo que pasaba por allí le tira una lata de cerveza a la cabeza. Eso no estaba en el guión pero, le gustó tanto a Spike Jonze que se quedó en el montaje final.

Fuente: Mentalfloss

Entre películas y series de televisión

Las películas son fotografías que se pueden ver una y otra vez, como un álbum de fotos familiar. Las series de televisión son recuerdos: es difícil volver a ellos, pero marcan para siempre. ¿Están de acuerdo? Escuché algo parecido el otro día, en la sección de películas de un centro comercial. Eran dos jóvenes apostados frente a una amplia gama de ofertas en temporadas sueltas de ‘Breaking Bad’, ‘Mad Men’, ‘The Wire’ y ‘Perdidos’, entre otras muchas.

Antes de llegar a la conclusión de la primera línea, la de los álbumes de fotos y los recuerdos, los dos charlaban animadamente sobre las series que más les habían gustado. Ponían voces graves para repetir frases inolvidables («Say my name»), comentaban la emoción que sintieron al abrir la escotilla junto a John Locke y compartían las series que siguen ahora mismo. Que si ‘Vikingos’, que si ‘Agentes de S.H.I.E.L.D’, que si ‘Doctor Who’, que si ‘The Big Bang Theory’… Y entonces lo dijeron, en forma de pregunta: ¿No crees que las series son más como recuerdos y las películas como álbumes de fotos que podrías volver a ver?

Creo que tienen razón. Siempre puedes regresar a una buena película –o una que te guste, mejor dicho– y disfrutar del viaje. Sin embargo, ¿qué pasa con las series? ¿Volveríamos a ver ‘Perdidos’ o ‘Breaking Bad’, por muy felices que nos hicieran en su momento? Es cierto que, si por algún casual, me topo con una escena o incluso un capítulo memorable me quede a verlo. Pero me parece francamente difícil repetir. No por nada. Simplemente por eso, por lo que decían los jóvenes: la experiencia.

Seguir una serie de televisión implica una emoción dosificada que solo sabe comprender el que la vive en sus carnes. De ahí que cuando alguien te dice que va a empezar a ver una serie que te encantó, digas, con absoluta sinceridad, que le envidias. Es como repetir un viaje fascinante y pretender que sea igual que la primera vez. No se puede. Las circunstancias, todo lo que acompaña a la experiencia pionera, son distintas. Y, por tanto, no es repetible. No digo que las series de televisión sean caducas y fácilmente desdeñables. Digo que, precisamente con el tiempo, adquieren más valor. Como los recuerdos.

Cuando los superhéroes tenía complejos

Hubo una época en la que los héroes del cómic tenían complejos: la gran pantalla les intimidaba. El cine les prestaba atención, pero con cierto resentimiento, como el que pide postre y solo toma una cucharada, para no empacharse. «Sí, es una película pero no es cine de verdad», parecían decir. Que Tim Burton hiciera un film de Batman era una excentricidad de genio. Las cintas de Spiderman, Hulk y el Capitán América que decoraban la estantería del videoclub eran mitos para niños curiosos. En aquella época nadie se tomaba en serio a alguien que vestía mallas o que luchaba contra el Doctor Muerte.

Y de repente, ¡pum!, todos quieren un superhéroe.

No hay medida. De un día para otro, el cine de cómics es un género que produce las películas más taquilleras del año. Algo demasiado suculento que los grandes estudios están exprimiendo hasta la saciedad. Conste que estoy encantado, yo era de los que miraban la estantería del videoclub y me preguntaba por qué no se harían más. Pero, seamos francos, nos estamos pasando y las productoras están enfrascadas en un «yo más» muy peligroso.

En camino está ‘Los Vengadores 2: la era de Ultrón’, con la secuela de ‘El Capitán América’, el inicio de ‘Los Guardianes de la Galaxia’, los orígenes de ‘El Hombre Hormiga’ y ‘Doctor Extraño’, las futuras series de Daredevil, Luke Cage, Puño de Hierro y Jessica Jones, la ya emitida ‘Agentes de SHIELD’ y los dibujos animados en Cartoon Network. Además, ya está cerrado el guión del relanzamiento de ‘Los 4 Fantásticos’, se acercan los estrenos de ‘X-Men: Días del futuro pasado’ y de ‘El Asombroso Spiderman 2’; y ya está confirmada la película de ‘Los seis siniestros’.

Al otro lado, ‘Batman vs. Superman’, en la que aparecerá Robin y arranca la trilogía para Wonder Woman;  veremos si también la de Aquaman. Arrow en la televisión, con el detective Gordon, Flash y Constantine en preproducción.

Repartan todos los estrenos de cine y televisión a lo largo del año y, ahí lo tienen, ni un mes sin héroes en la pantalla. ¿Terminará esta vorágine o se instaurará como un género reconocido? ¿Se han fijado que las películas de cómics tienden a convertirse en episodios de una saga más grande? ¿Son las películas de cómics las ‘series de televisión’ más caras de la historia?

vengadores

Diez euros al año

Nunca me gustó la comparación entre lo que vale una copa y cualquier otra cosa. No sé. Es un recurso demasiado típico: «¿que te parece muy caro el periódico? ¿¡cuánto te gastas en copas en una noche!?», «¿que te parece muy caro un libro? ¿¡cuánto te gastas en copas!?», «¿que te parece muy caro el teatro? ¡copas!», «¿que te parece muy caro el cine? ¡copas!» En fin, ya saben a lo que me refiero. No me parece una comparación didáctica ni correcta, no porque falte a la verdad (lo que dura una copa frente a lo que dura una película), sino porque cada uno es libre de entretenerse como guste y, por tanto, de gastar su dinero como considere oportuno.

Ahora bien. No me vengan con que no van al cine porque es caro. ¿Caro comparado con qué? ¿Comparado con ver gratis en casa una película descargada? ¡Ajá! Cada vez que descargamos –ojo al plural, que aquí no se escapa nadie– un film estrechamos un poco más la soga de la industria, propiciamos el cierre de salas y el deterioro de las producciones nacionales e internacionales. Es decir, que cada descarga es un puñetazo directo en el rostro del cine. De las películas. De nuestra apasionante afición compartida. ¿Qué es más caro ahora?

Antes de que levanten la vista del periódico y me acusen de demagogia, analicemos el precio del cine. Según publicó IDEAL el pasado domingo, gastamos una media de diez euros al año en cine. Diez. Eso supone poco más de una película al año. Pero, ¿cuántas vieron de verdad? En Granada, por ejemplo, se pueden disfrutar los últimos estrenos por precios que oscilan de los 2 a los 8 euros entre semana, y de 5 a 8 los fines de semana. Eso es lo que vale la entrada. El problema es que se ha llegado a la concepción de que el cine debe ir acompañado de infinidad de chucherías que convierten la excursión familiar en un desembolso exagerado. Pero, ¿eso significa que el cine es caro? ¿No será todo lo demás? ¿No se ve el esfuerzo que realizan las salas tras la subida del IVA (algo que sí que tiene solución)?

Nos estamos maleducando a pensar que todo es gratis. Hemos pervertido la traducción del término ‘free culture’, cultura libre, accesible; por ‘cultura gratis’. Y eso no es correcto. Estamos en el momento justo para enseñar a los más pequeños –nosotros tenemos poca salvación– la importancia de respetar la obra cultural y su valor. Un valor entendido como entretenimiento, formación, trascendencia y, también, trabajo. Y por tanto dinero. Un dinero que sepan en qué se gastan. Que lo consideren oportuno.

Butacas vacías

No concibo una ciudad sin cines. Sé que las hay. Pero yo no las concibo. Creo que precisamente por eso –entre otras cosas– no podría vivir en un pueblo o no sería un buen candidato para la rutina campestre. Eso de salir a la calle y no pasar por delante de ninguna cartelera, me parece insufrible. Un castigo inmerecido para cualquier persona. Una vez, un amigo me contó emocionado que habían estrenado en su pueblo una película que tenía muchas ganas de ver. Llegaba con varios meses de retraso y los vecinos podrían disfrutarla en horario de tarde, de jueves a domingo. Y nada de multisalas, por supuesto: una proyector, una sala, una película.

Cada vez que viajo suelo fijarme en los cines que pululan por el mundo. Los hay imponentes y diminutos, pero todos tienen ese porte de embajada de un lugar común que los hace entrañablemente acogedores. Y resulta que nunca estuve en Pontevedra –pondré remedio, algún día–, pero me apenó igualmente leer este titular: «Cierra el último cine de Pontevedra». Y me destrozó, desubicó y enrabietó el subtítulo: «la única capital de España que no tendrá cines».

Qué barbaridad, ¿no creen? Por favor, que nadie entre en comparaciones. Sé que vivimos en una tragedia constante. Cierran empresas, se pierden empleos, se trabaja gratis, se frustran vocaciones, se olvidan los motivos… La puñetera crisis. Pero, ¿no les parece un símbolo terrible dejar a una ciudad sin pantallas de cine? ¿No les da la sensación de que es como ver el último destello de un barco que se hunde en mitad del océano? ¿Qué realidad veríamos si no pudiéramos compararla con la ficción?

El día de mañana, ese día que tanto esperamos, en el que volvamos a construir una sociedad sostenible, sin seis millones de despertadores abotargados ni colas infinitas de puro aburrimiento, Pontevedra estrenará un cine. Y alguien dirá, acertadamente, «volvemos a contar».