¡Rompe Ralph!

«Lo retro es viejo, pero molón». La frase, pronunciada por el bueno de Ralph, es la conclusión y el gran acierto de la última película de Disney. Es verdad que la sala estaba llena de niños que disfrutaron más que una piara de Ewoks en una piscina de bolas; pero es alucinante ver la melancolía que despertó en un grupo de treintañeros –ejem– amantes de los videojuegos clásicos y en otro de jovenzuelos que aún no habrán sobrepasado los veinte que, al terminar la proyección, se acercaron a los de la generación ochentera –ejem– para fundirse en un abrazo virtual de proporciones frikis.

Ralph es el malo de ‘Arréglalo Félix’, un arcade que lleva treinta años funcionando en un salón recreativo, sobreviviendo a la llegada de alucinantes juegos en 3D con espectaculares gráficos y un realismo apabullante. Todo cambia el día que Ralph decide cambiar de juego para demostrar a sus vecinos que «los malos no son los buenos pero pueden ser buenos y eso no es malo». Este romance inspirado en las vidas y obras de Mario Bros (Félix) y Donkey Kong (Ralph), es una suerte de ‘Toy Story’ de los videojuegos que, sin duda, tiene todas las papeletas para convertirse en la nueva franquicia estrella de Disney.

‘¡Rompe Ralph!’ ha vencido a ‘Brave’. Disney ha ganado a Pixar. Dos frases que deberían ser más que suficientes para entender el éxito de la película. La oda al videojuego de Disney no es un film redondo: se echa de menos aprovechar más el atractivo de los personajes clásicos de las videoconsolas de 8 y 16 bits y haber disfrutado más de otros mundos que pasan como guiños simpáticos para los ‘gamers’.

En cualquier caso, lo cierto es que ‘¡Rompe Ralph!’ es muy divertida, nada simplona, entrañable y perfecta para toda la familia. Muestra indiscutible de que es posible crear un cine de animación preciosista –ya hablaremos de la técnica y del sensacional corto que precede a la película, ‘Paperman’–, mágico para los pequeños y emotivo –tan emotivo como el ratatouille que se come el crítico gastronómico de ‘Ratatouille’– para los adultos.

Perturbaciones en la Fuerza

Disney ha comprado LucasArts por una cantidad impronunciable. George Lucas y Kathleen Kennedy se hermanan con Pixar y Marvel, dejando todo su legado en manos de los amigos de Mickey Mouse. El primer movimiento ha sido anunciar que el Episodio VII de Star Wars llegará en 2015 y que será el inicio de una nueva trilogía. Sin entrar en valoraciones personales, otras perturbaciones en la Fuerza que podrían suceder de ahora en adelante:

1. ¿Está Joss Whedon (‘Los Vengadores’) más cerca de escribir y dirigir uno de sus sueños confesos, Star Wars? ¿Lo hará J. J. Abrams? ¿Sustituirá Michael Giacchino a John Williams?

2. ¿A cuántos ejecutivos se les ha ocurrido ya que en la próxima entrega de Indiana Jones aparezca Chris Hemsworth y Robert Pattinson? ¿La dirigirá Jerry Bruckheimer?

3. ¿Volverá Jennifer Connely a huir de David Bowie en una secuela de ‘Dentro del Laberinto’? ¿Habrá un remake en 3D con Kristen Stewart y Justin Timberlake?

4. ¿Veremos a ‘Howard el Pato’ protagonizar su serie de videojuegos y, posteriormente, una trilogía cinematográfica coprotagonizada por Johnny Depp?

5. ¿Aprovecharán el tirón de ‘El Hobbit’ para recuperar ‘Willow’ de su letargo ochentero y convertirlo en su particular apuesta por la otra Tierra Media?

6. ¿Cuánto tardarán en realizar la tercera entrega de Los Ewoks? ¿Haría Pixar una película de Los Ewoks? ¿Cuántos peluches venderán de Los Ewoks?

7. ¿Empezarán los wookies a hablar?

8. ¿Será Disney el acicate que necesitaba LucasArts para escribir el guion de ‘La Maldición de Monkey Island’, ‘Maniac Mansion’, ‘El Día del Tentáculo’, ‘Sam & Max’, ‘Full Throttle’, ‘The Dig’ y ‘Loom’?

 

Paperman

Tiene que significar algo que la sola publicación de una imagen me haya emocionado. El poder de Pixar es asombroso y, después de una década regalando obras maestras de la animación, imaginar la película que podrás ver dentro de unos meses ya es un regalo sugerente. ‘Paperman’ es el corto que precederá a ‘¡Rompe Ralph!’, el estreno de Disney para Navidad que se adentra en el apasionante mundo de los videojuegos clásicos.

Pero, como les digo, por mucho que me atraiga la idea de la épica de Donkey Kong, hoy quiero subrayar lo maravillado que estoy con el corto en cuestión. Se trata de una pieza romántica que unifica el dibujo a trazos de toda la vida con el modelado en 3D. No es algo nuevo, pero parece que es una hoja de ruta de las futuras intenciones de Pixar: recuperar la magia del Disney clásico para sumarle el espectáculo del Disney moderno.

Esta conexión emocional ha alcanzado un resultado fantástico sobre la pantalla, con un blanco y negro precioso. Desde la propia Disney han subrayado que el objetivo de ‘Paperman’ es “encontrar un camino en el que los dibujos no se pierdan en la imagen final”. El corto, por cierto, es una historia de amor en la que un tipo intenta conocer a una chica lanzando aviones de papel.

Me parece ilusionante mirar al futuro del cine de animación. Me parece emocionantísimo ver la evolución que han sufrido estas películas, desde los cantarines enanos de Blancanieves hasta el robot con emociones. La concepción del arte ha crecido de mano de la tecnología y de la sociedad. Basta con ver el corto de presentación de ‘Toy Story 3’, ‘Día y Noche’, menos de diez minutos cargados de genialidad. De hecho, ‘Día y Noche’ es el Tondo Doni (Miguel Ángel, busquen en sus libros de Arte o, en su defecto, en Internet) de la animación. La conjunción de lo viejo y lo nuevo, personajes dibujados con un trazo simple que contienen en su ser un mundo repleto de vida generado por ordenador.

John Carter

Casi al final, uno de los protagonistas mira a John Carter con extrañeza, como pidiéndole explicaciones por lo que acaba de hacer. El héroe le dice “luego te lo explico”. Y esa es la mejor definición para ‘John Carter’, una película que podría haber sido genial de no ser porque se queda a medio camino de todo. Frustrante aventura que se hunde por culpa de un guion forjado por escenas inconexas, personajes sin chispa y un uso fatídico y minúsculo de la emoción. Dos horas angustiosas para todos los que esperábamos ‘el’ film fantástico del año y nos encontramos con un derroche de dinero mal hilvanado que se conforma con abusar de eternos y aburridos diálogos sobre lo valerosos que son sus héroes en vez de mostrárnoslos en acción. Un “luego te lo explico” en toda regla.

La idea es fácil: John Carter viaja a Marte desde un portal escondido en el viejo oeste americano y se ve envuelto en una guerra civil entre las razas que habitan el planeta rojo. Y aquí viene el primer problema: la película tarda muchísimo en empezar con un prólogo en la Tierra excesivo. En cuanto que pone sus pies en Marte, la cinta gana puntos pero los pierde en cuestión de segundos. Se cumplen los rumores que se extendieron hace meses de que Disney había cortado el grifo a Andrew Stanton (‘Wall-e’) en mitad del rodaje, obligándole a convertir en elipsis partes que, suponemos, hubieran enriquecido y cohesionado la cinta. La historia original de Edgar Rice Burroughs (que, por cierto, inspiró ‘La Guerra de las Galaxias’ de Lucas, entre otras muchas) queda desfasada y poco entonada.

Y lo peor es que, de haber dejado a Stanton trabajar, estoy seguro de que hubiera sido una gran película. Hay destellos. Escenas muy potentes, aisladas del resto del metraje, en las que es fácil reconocer la mano de uno de los escritores más talentosos de Pixar. Una lástima de la que solo puedo salvar, y con matrícula, tres elementos: el diseño, la magnífica banda sonora de un siempre acertado Michael Giacchino y el perro marciano. En serio, ese perro marciano con cara de Jabba el Hutt merece una película para él solo.

¿Conclusión? La franquicia de John Carter morirá en nacimiento, dejando un enorme agujero en las arcas de Disney.

Enredados

Confieso que Rapunzel nunca fue uno de mis cuentos favoritos. Bueno, ni favorito ni leches: me parece horroroso. A ver qué niño disfruta con la historia de una niña que adora su pelo y que espera que un príncipe escale por sus rizos para liberarla de la tiranía de su madrastra con un beso furtivo. Buaj. De hecho, siempre creí que el cuento se lo inventó una madre para convencer a su hijo de que no tirara del pelo a sus compañeras de clase. O eso, o una peluquera fundamentalista. O Stephenie Meyer. En fin. El caso es que con tan mala predisposición hacia una película era difícil convencerme de que ‘Enredados’ no iba a ser un fiasco insoportable. Y, mira tú por dónde, la última de Disney es bien maja.

La cinta baila por un fino cordel de cursilería bien llevada, canciones pastelosas y una evocación contínua al mundo ideal de Disney. ‘Enredados’ entrelaza a la perfección el esquema clásico de grandes éxitos como ‘La Sirenita’, ‘La Bella y la Bestia’ o ‘Pocahontas’, con una depurada técnica de animación por ordenador, cumpliendo el objetivo que la compañía se propuso con ‘Tiana y el Sapo’: devolver a la gran pantalla la ‘magia Disney’, relegada a un segundo plano por un tipo de cine más ‘adulto’ (Wall-E, Up, Shrek).

‘Enredados’ tiene todos los elementos para hechizar a los peques de casa: un misterio escondido en lo alto de la torre, una aguerrida princesa con ansias de aventura, un ingenioso ladrón en busca del más grande de los tesoros, un simpático camaleón con aire de Pepito Grillo, un caballo justiciero y una banda de enormes rufianes cantarines que les harán botar en la butaca.

La llegada de Rapunzel al cine es una buena noticia. Porque, por mucho que nos gusten las películas de animación ‘modernas’, era injusto que los niños no tuvieran su ración de cursilería y canciones pastelosas con un mínimo de calidad. Que al final nos salen todos embrutecidos, y tampoco es plan. ‘Enredados’ es divertida, blanca y preciosista. Un hechizo místico que siempre consiguió hipnotizarnos delante de la pantalla. Y si no, que levante la mano el que no se sepa una canción de Disney. O dos.