Tiempo de verdad

‘El Ministerio del Tiempo’ ha transpirado una verdad que va más allá de la fantasía o la imaginación o la ciencia-ficción. Los hermanos Olivares plantaron, hace ocho semanas, una semilla que germinó fuerte en nuestras mentes. En una mente colectiva fascinada por el universo creado a los pies de una infinidad de puertas que abren y cierran la historia de España. Nuestra historia. Nuestra historia más eminente y la más íntima. Una historia de verdad.

A estas alturas es difícil que no sepan que Pablo, el hermano de Javier, falleció de ELA mientras escribía el guión de la serie. Un llanto que sucede en nuestra línea de tiempo pero que perdura, como el almanaque deportivo de Marty McFly, en la España de ‘El Ministerio del Tiempo’. Aunque lo cambiara todo, aunque supusiera un big bang inesperado, si pudieras, ¿no volverías atrás en el tiempo a quitar la espina, a erradicar el dolor, a salvar una vida que no aparecerá en los libros de texto?

He tenido la suerte de entrevistar a Javier Olivares (puedes leer la entrevista aquí: «El Ministerio del Tiempo debía terminar con García Lorca, será todo un homenaje»), vía telefónica, para profundizar en el nexo granadino de ‘El Ministerio del Tiempo’. Nunca había tenido la oportunidad de hablar con el creador de una serie o película de la que, a todas luces, me declaro fan. Fan, fan. Y ha sido una sensación francamente agradable. Emocionante. Guardé una pregunta para mí, para los que, como yo, sueñan a escondidas con cambiar la historia y escribir la suya. ¿Por qué escribir, por qué contar historias, Javier?

“Siempre he escrito. Desde los 12 años. Adapté teatro y lo escribí. Fui crítico de arte, redactor jefe de la Luna de Madrid… Guionista empecé a serlo a los 35 años. Y siempre he escrito porque era la única manera de entender el mundo que me rodeaba”.

‘El Ministerio del Tiempo’ es la forma de entender las palabras que aún quedaban por escribir. Pero, también, la fórmula de la vida eterna. Las historias que son verdad.

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El Ministerio del Tiempo: una entrañable inmortalidad

Morir escribiendo un relato sobre viajes en el tiempo debe ser lo más cercano a viajar, de verdad, en el tiempo. En eso pensaba, ya de madrugada, después de ver el primer capítulo de ‘El Ministerio del Tiempo’. Pero antes de llegar a eso, al final, empecemos por el principio. Sin tapujos: estábamos buscando la manera de criticar la serie antes incluso de verla. No habían pasado ni cinco minutos y Twitter ya estaba lleno de comparaciones, críticas, sarcasmos e ironías. Era como si tuviéramos que demostrar que España no es capaz de hacer buena ciencia-ficción. Como si fuera nuestra obligación, seriéfilos comprometidos, alertar al resto del mundo de que esto nunca será ‘Doctor Who’ o ‘Perdidos’ o ‘Person of Interest’. Y no nos equivocábamos. No lo es.

‘El Ministerio del Tiempo’ contó con numerosas referencias en su episodio piloto (‘Terminator’, ‘Regreso al Futuro’, ‘Men In Black’…¡Curro Jiménez!). Y fueron referencias magníficas. ¿Por qué? Porque todos y cada uno de los guiños sirvieron para subrayar un hecho innegable: estamos ante algo distinto. Distinto y español. Algo nuevo que, qué demonios, fue divertidísimo. Y de una factura técnica sensacional. No, ‘El Ministerio del Tiempo’ no es ‘Doctor Who’ ni ‘Perdidos’. Ni falta que hace. ¿No se dan cuenta? ¡Es nuestro!

Pero, como les digo, la pusimos en duda. Antes incluso de empezar. Ya saben, seriéfilos empedernidos. ¿Qué paso una hora más tarde? Que todos –todos– nos quedamos a ver el programa especial sobre la intrahistoria del Ministerio. Nos quedamos a escuchar al equipo de la serie hablar, con pasión, de lo que estaban creando. Y escuchamos, emocionados, las palabras de Javier Olivares sobre su hermano, Pablo, fallecido mientras escribía el guión de la serie.

Tengo muchas ganas de ver cómo crece ‘El Ministerio del Tiempo’, ciencia-ficción española que no merece complejos ni envidias. Una muestra patente más de que España, sea cual sea la pantalla, sabe hacer grandes cosas. Cosas que otorgan una entrañable inmortalidad.

 

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