En tiempo de brujas

Ser Nicolas Cage tiene que ser muy complicado. Un tipo al que no le falta el trabajo, que ha hecho alguna que otra peli decente y que cuenta con numerosas amistades en las altas esferas de Hollywood. Sin embargo, se ve que debe ser una persona de esas a las que no les gusta decir que no a nadie. Y claro, pasa lo que pasa. Te conviertes en el chivo expiatorio de ideas absurdas, rodajes maltrechos y producciones canallas que aburren al personal e insultan al espectador. Porque ‘En tiempo de brujas’ es muchas cosas, pero sobre todo es una pérdida de tiempo.

Behmen (Cage) y Felson (Ron Perlman) son dos cruzados ejemplares. Protagonistas de las más épicas leyendas que se cuentan en las tabernas de todo el mundo. Hasta que un día, tras una refriega masiva, su ejército masacra a mujeres y niños sin piedad. Ambos héroes reniegan de la Iglesia, convirtiéndose en fugitivos y, más tarde, en presos. Un obispo les ofrece un trato: la libertad a cambio de transportar a una joven bruja, acusada de provocar una plaga de peste, a un templo donde podrán exorcizarla. Así, una vez más, se pondrán a las órdenes de la Iglesia.

Existe la posibilidad de que usted, amante de las películas de aventuras, se diga a sí mismo: “Bah, yo quiero verla, que a mí me entretienen mucho las espadas”. Error. Muy grave, de hecho. La película de Dominic Sena es un aburrimiento en todas sus facetas. Y, además, con la desagradable conjunción de leprosos y fanáticos religiosos, que nunca es plato de buen gusto.

La sorpresa ha sido que Sena, un director forjado en las películas palomiteras (‘Operación Swordfish’, ’60 segundos’) sea capaz de concentrar en una hora y media tal cantidad de estupideces, clichés y escenas rodadas con tan poca gracia. Por no hablar de los efectos especiales, que parecen hechos con el Paint.

‘En tiempo de brujas’ es innecesaria.