La ladrona de libros (en la era digital)

Pensaba en la protagonista de ‘La ladrona de libros’ (Brian Percival) y, aún sin conocerla, quiero comprender las razones que pueden llevar a alguien –un niño, un anciano– a rescatar una historia de la quema. Del olvido. La sola idea de jugarse el pellejo por salvar algo que amas, algo que a todas luces es inútil y, al mismo tiempo, vital, me fascina. Pero claro, un libro es algo que se puede tocar. Se puede cargar, esconder en una bolsa, portar con discreción. ¿Qué pasará cuando las historias no existan físicamente? ¿Podremos salvarlas?

El otro día escuché a un compañero decir que la era de las estanterías repletas de libros, películas y demás «bultos» ha terminado. Ahora, subrayaba, todo viaja en un ebook o en plataformas de vídeo online. Es cierto que la anatomía del hogar ha cambiado por completo. Vivimos en casas cada vez más pequeñas y resulta más cómodo sustituir una pesada estantería por un centenar de discos duros. Supongo que es el futuro, algo inevitable; pero me apena.

Atesoro mis libros y mis películas y mis cómics y mis videojuegos. Son mis historias y haría lo posible por robarlas, igual que la niña de la película de Percival. Quién sabe, lo mismo en ese futuro digital, táctil y descargable, el día que se pierda una historia, terminaremos como Matthew McConaughey y Christian Bale en ‘El imperio de fuego’ (Rob Bowman, 2002). Cinta de ambiciones dudosas que contaba con una escena entrañable en la que los actores, situados en una era apocalíptica hundida en el olvido, interpretaban ‘La Guerra de las Galaxias’ a los niños supervivientes.

Sé que nosotros, los que creemos en las estanterías, somos una especie en extinción. Pero, qué sé yo, la humanidad vendió y dejó de comprar todos sus vinilos y ahora resulta que tienen un valor incalculable. Supongo que es una cuestión de sentirse parte: proteger el objeto es proteger la historia. Y eso, cada vez, es más difícil de entender. Cada vez más inútil. Cada vez más vital.

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