Narices gordas

Una de mis primeras pasiones fue el dibujo. Cuando descubrí que no se me daba mal del todo, me pasaba las horas muertas creando todo tipo de personajes. Influido por el maravilloso mundo del TBO, me divertía pintando enormes narices sujetando unos ojos que saltaban por encima de sus cuencas, la mandíbula desencajada y una lengua que caía en escalera.

Leer tebeos de Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Pepe Gotera y Otilio, 13 Rue del Percebe… Era una especie de religión fascinante. Esos embrollos en los que en los que todos los protagonistas se metían eran inspiradores. Despertaban al travieso que llevamos dentro y te invitaban a salir a la calle para buscar nuevas pillerías.

El cómic español es muy característico. Y, creo, no está subido al altar que se merece. Hace poco, de hecho, un amigo contaba la anécdota de que en el baño de su casa, junto al váter, tienen una librería con decenas de tomos de ‘Superhumor’ para sus ratos de ‘asueto’, ya saben.