Juego de Tronos

Mientras que los tronos de Semana Santa desfilan por las calles de su ciudad, los ‘clicks’ de los ratones de medio mundo apuntan a una de esas polémicas descargas que aceleran el cambio y revolucionan la emisión: ‘A Game of Thrones S01E01’. La HBO es una cadena que no hace series de televisión, hace películas a lo grande. Y ‘Juego de Tronos’ no es una excepción. Después de ver el primer capítulo, el miedo a que la versión desprestigiara los libros de George R. R. Martin se ha disipado por completo.

Los que hemos leído las novelas (seremos muchos más cuando termine la primera temporada de la serie, tiempo al tiempo. La televisión les hará leer, ya verán) estamos deseando que todos conozcan la grandeza del enano Tyrion Lannister, el arrojo de Arya Stark o la sutileza de Meñique. Son decenas de personajes que completan una de las historias más apasionantes de la fantasía moderna.

La factura final del producto es excelente. Para que se hagan una idea, nada más que el ‘opening’ de la serie ha cosechado un aluvión de piropos y fervientes declaraciones de amor. Les aviso con tiempo para que no les pille por sorpresa. Deben ser conscientes de que se acerca un nuevo ‘boom’ del que todos hablarán por la calle, en la cola del supermercado, en las tiendas de cómics, mientras devoran una tostada.

Y entonces, quizás se sorprendan confesándose fans absolutos de ‘Juego de Tronos’. Se arrepentirán de haber tardado tanto tiempo en descubrir lo que escondían tan fabulosas novelas. Y, más aún, se arrepentirán de no saber quién era George R. R. Martin, escritor y productor de la saga que confesó en su última visita a Granada que la Alhambra le había inspirado uno de los reinos protagonistas. Una visita que sólo unos pocos presenciamos. Los mismos que ahora presumimos, cada día más, con nuestro tomo dedicado: “Winter is Coming, George”. Pera esa historia se la cuento en otro momento.

Exit Filmfest

Permitan que utilice esta columna de altavoz de una iniciativa universitaria que me ha gustado mucho. Y en la que, además, puede que quieran participar: «El próximo mes de mayo se celebra en Granada la primera edición de EXIT, Festival Internacional de Cine Universitario de Granada.

El festival, organizado por la asociación cultural My Car Is Mine, cuenta con la Facultad de Comunicación y Documentación de Granada, y con la Universidad de Granada (Vicerrectorado de Estudiantes y Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Cooperación al Desarrollo) como patrocinadores oficiales.

Los participantes pueden presentar su corto hasta el 8 de abril dentro de cualquiera de las tres categorías existentes: Ficción, Documental y Experimental. El mejor cortometraje de cada categoría se dotará con un premio de 1000 euros. Puedes encontrar las bases del concurso y más información en su página web: www.exitfilmfest.com.

Dos representantes de cada obra seleccionada serán invitados a Granada durante la celebración del Festival, para permitirles así entrar en contacto con la ciudad y con el mundo universitario granadino. La organización se hará cargo del alojamiento y de gestionar la estancia de los asistentes.

En esta primera edición, EXIT pretende convertirse en un punto de encuentro de jóvenes creadores de todo el mundo que, además de compartir sus obras, puedan compartir sus experiencias participando activamente en el festival y las actividades paralelas que se realizarán durante el mismo».

¿Cómo lo ven? No pinta nada mal, la verdad. A mí, personalmente, me encanta que la escasez de pasta no reduzca el enorme talento que pulula por las aulas universitarias. Si tienen algún corto, anímense. Si no, siempre podrán disfrutar de las historias que buscan salida.

Nadie es perfecto

Los errores bien llevados son la salsa de la vida. Y me refiero a todo tipo de errores, en su sentido más genérico; lo que nos hace políticamente imperfectos: orejas grandes, risas ridículas, barrigas cerveceras, frentes pronunciadas, esa terrible costumbre de romper todos los papelitos que caen en nuestras manos… Si echan la vista atrás, estoy seguro de que descubrirán que las lecciones más importantes las aprendieron de un error (“a veces es mejor mentir”, “no respondas nunca a la pregunta qué edad me echas”, “revisa que haya papel higiénico antes de sentarte en el váter”, etcétera).

Mientras que Natalie Portman les convence de que ella es la encarnación más visceral de la perfección en ‘Cisne Negro’, esta noche, en el festival Retroback de Granada, pueden escuchar el diálogo más perfecto sobre la imperfección, siendo perfectamente conocido por la perfecta mayoría imperfecta gracias a Joe E. Brown y Jack Lemmon, dos perfectos imperfectos, que cierran así ‘Con faldas y a lo loco’:

-Brown: Hablé con mamá. Se puso tan contenta que hasta lloró. Quiere que lleves su vestido de novia. Es de encaje.

-Lemmon: Eh, Osgood, no puedo casarme con el vestido de tu mamá. Ella y yo …no tenemos el mismo tipo.

-Brown: Podemos arreglarlo

-Lemmon: Oh, no hace falta. Osgood, he de ser sincera contigo. Tú y yo no podemos casarnos.

-Brown: ¿Por qué no?

-Lemmon: Pues primero porque no soy rubia natural.

-Brown: No me importa.

-Lemmon: Y fumo. ¡Fumo muchísimo!

-Brown: Me es igual.

-Lemmon: ¡Tengo un horrible pasado!. Desde hace tres años estoy viviendo con un saxofonista.

-Brown: Te lo perdono.

-Lemmon: Nunca podré tener hijos.

-Brown: Los adoptaremos.

-Lemmon: No me comprendes, Osgood. (Se quita la peluca). Soy un hombre.

-Brown: Bueno, nadie es perfecto.

…Sueña la Alhambra

Siempre fui un ignorante en potencia. Recuerdo que unos compañeros de clase, en la facultad, me invitaron a pasarme por el rodaje de un documental en el que ellos participaban, en la Alhambra. Me negué en redondo. “¿Flamenco?”, dije. “No hay quien soporte el flamenco, las palmas y todo la parafernalia esa que tienen montada alrededor de algo que cualquiera puede hacer. ¡Son gritos!” Como suele pasar en las comedias baratas, terminé yendo.

Es fascinante ver la cantidad de gente que trabaja en una película. Aquella tarde habría un centenar de almas errantes que bailaban -perfectamente organizadas- de un lado a otro. Los pómulos de la Alhambra, ensalzados con varios focos, y unos jardines maquillados para la ocasión, creaban un ambiente tan misterioso como romántico. Una especie de hechizo atemporal en el que ver las entrañas de un motor de leyendas: el cine.

Sin embargo, la rapidez del proyector no tiene nada que ver con los ritmos de la artesanía. Los rodajes son lentos y meticulosos. Y, si no tienes nada que hacer, los pies se hacen pesados. Tras una larga espera, un tipo melenudo sale a escena y se sienta en una silla. Viste un traje elegante, con los puños remangados. Su presencia silencia, por completo, lo que hasta entonces era un hervidero de ideas. Con una sonrisa enorme da por saludados a los presentes y se pone a charlar con el director.

Ni idea de quién era. Pero, como por todos es bien sabido, es mejor parecer tonto a abrir la boca y confirmarlo. Así que procuré, con malas artes, sacar el nombre del fulano: “No le había reconocido con ese traje, ¿tú?”, “¿cuándo fue la última vez que le visteis?, ¿cómo se llama la película?”… Justo cuando uno de los presentes me iba a contestar a la última pregunta, un grito me heló la sangre. Nunca un sonido humano me había conmocionado tanto: esa pasión acelerada, el alma inesperada, la voz quebrada. La vida en un escandaloso suspiro de arte. “Morente sueña la Alhambra”, dijo mi amigo.

Cines del Sur

Puesto que la ignorancia sigue siendo muy atrevida, y por aquí somos muy valientes, es el momento de aceptar nuestro más supino desconocimiento y admitir que vivimos cegados por unas fronteras invisibles, pero bien pagadas, que nos empujan a mirar desde un ángulo superior a toda muestra de arte que venga de según qué rincones exóticos del planeta.

Una cinta iraní no llega a nuestras salas si no es porque el acusativo dedo del amigo Oscar señala en su dirección. De hecho, estoy convencido de que si alguien dice en su foro diario “he visto una película paquistaní”, la reacción normal sería: “¿y eso, te has vuelto un intelectual o qué?” ‘Intelectual’. ¿No les parece curioso que a un cine al que miramos con ojos despreciativos e, incluso, compasivos, le demos el título de inteligente? Precisamente, ¿no dice eso muy poco de nuestro intelecto? Gracias a Dios, Alá, Budha, Maradona o a quien corresponda, existen iniciativas que quieren bajarnos de nuestra nube de superioridad para ponernos los pies en la taquilla del cine.

El Festival Cines del Sur, en Granada, llega a su cuarta edición como un río poco caudaloso conquista el mar: cuidadoso, detallista y humilde. Pero con oleajes de grandeza. Este año dedican el evento a Jafar Panahi, cineasta iraní premiado en todo el globo que ahora sufre un encarcelamiento por haber hablado más de la cuenta.

¿No les parece precioso que ahora, al otro lado del mundo, la Alhambra se erija altavoz de los derechos humanos y lance al vuelo, como una paloma de la paz, un mensaje de empatía, unificador? Los bardos siempre fueron silenciados cuando sus canciones escocían en vez de glorificar.

Del 12 al 18 de junio, atrevámonos a ser intelectuales. Ya sobran ignorantes.