Machete

‘Machete’ fue el parto inesperado del ingenuo tráiler de un Robert Rodríguez inspirado por los tatuajes de su primo segundo, Danny Trejo. La expectación que aquella burla a las películas de acción serie-b rodadas entre los 70 y los 80 provocó que miles de fans epilépticos ante la histeria virulenta, la casquería tomatera y los diálogos legendarios pidieran a gritos que el mito se hiciera realidad. Y así ha sido.

Lo que nació como un falso spot ha terminado siendo una película con un estilo de segunda división pero con un presupuesto de primera. Tal y como sucedía con ‘Los Mercenarios’, Rodríguez reúne a un elenco de actores con un caché sonado para hacer una peli de acción como las de antes. La diferencia está en que, mientras que Stallone buscaba una trascendencia incomprensible, ‘Machete’ no se engaña: es una parodia de sí misma. Y, por cierto, divertidísima.

Claro que, para que se les haga una cinta entretenida y se rían a carcajadas como un servidor, tienen que aceptar las reglas del juego: las cabezas se cercenan, la sangre chorrea y los cuchillos atraviesan siempre a su victima. Pero, las cosas como son, si le tienen un mínimo cariño al cine de acción clásico, descubrirán pronto que el papel de Steven Seagal como malo malísimo no tiene precio. Que Robert de Niro convertido en un histriónico y racista candidato al senado es, como poco, intrigante. Que Jessica Alba y Michelle Rodríguez son hipnóticamente bellas. Y que Lindsay Lohan termine siendo una monja asesina es tan irónico como raro.

Pero, por encima de todo, está Machete, “el mejicano equivocado”, un Danny Trejo que versiona al Terminator de Schwerzenegger. Con pocas líneas de diálogo -todas ellas perlas literarias- y un estilo inconfundible, encandila a la cámara parodiando al personaje que está acostumbrado a ver desde el otro lado. Trejo, típico secundario que persigue hasta la muerte al ‘bueno’, se ríe de todos ellos con tanta clase que asusta.

Al final de la película, Machete tiene la oportunidad de abandonar su vida errante para recuperar la rutina de un hombre de 66 años. A lo que él, Trejo, interpretando las palabras de Rodríguez, responde: «¿Para qué quiero ser real cuando ya soy un mito?»