Haiyan

Las matemáticas son terribles. La tragedia es cíclica, como una nube que va y viene con la lluvia a cuestas: no sabes cuándo parará sobre tu tejado, pero sabes que lo hará. Procuro que ninguna desgracia me sea ajena, pero mentiría si dijera que me duelen como propias. Siempre que sucede algo así, tan devastador e inapelable, me repito la misma pregunta: ¿nos da igual? Quiero decir. Claro que no nos da igual, seríamos unos desalmados. Pero, ¿en qué medida?

Como he dicho en otras ocasiones, creo que nuestra sensibilidad con las desgracias varía según las sintamos más o menos cerca. Y, en eso también, juega un papel importantísimo el cine y las historias. Piensen en cualquier tragedia (secuestros, tornados, masacres, inundaciones) que haya sucedido en Estados Unidos. Sí, nos falta tiempo para encender una vela y rezar una oración. ¿Por qué? Porque tenemos muy asimilados los puntos que nos unen. Sin embargo, el mayor tifón del año arrasa Filipinas y tardamos tres días en darle importancia. En llevarlo a la portada de los informativos.

Cuando hablo de la empatía del cine, pienso, normalmente, en el espectador. Pero el domingo por la tarde leí esto en Twitter: «Más de 10.000 personas fallecidas ya por el tifón de Filipinas. Puedes hacer un donativo aquí», y añadía un enlace a Intermón Oxfam. El autor del tuit era Juan Antonio Bayona, director de ‘Lo Imposible’. Y, pese a que estoy seguro de que hubiera hecho igual sin haber rodado la exitosa película, sentí, fíjense que tontería, que lo decía de verdad. Que sentía que debía hacerlo. No sé, una especie de ‘obligación’ con el mundo. Y me gustó.

Creo que nos da miedo mirar lo desconocido porque es muy grande. Pero ahora que todos andamos un poco más desesperados, más resignados, merecería la pena abrir los ojos y hacer de la solidaridad una costumbre vital; antes de que lleguen otros diez mil muertos.  Y hacerlo por lo mismo que, creo, lo hizo Bayona: estamos muy cerca.

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La Liga de los Monstruos

Las grandes productoras del cine y la televisión babean por todo lo que suene, aunque sea remotamente, a cómics. El género del héroe, la viñeta y el villano contumaz, genera tanto dinero al año que no hay fronteras. Mientras en el cine seguimos las andanzas de Superman, Batman, Los Vengadores, X-Men y Lobezno (que ahora recuerde, seguro que me dejo a alguno), la televisión no quiere ser menos. Ya hemos visto ‘Héroes’, ‘Misfits’, ‘Smallville’, ‘Green-Lantern’ e, incluso, ‘Utopía’. ¿Qué toca ahora? Es la hora de los monstruos.

En 2003 (madre del amor hermoso, ¡10 años!, cómo pasa el tiempo…), Stephen Norrington (‘Blade’) dirigió la estrepitosamente desastrosa ‘La Liga de los Hombres Extraordinarios’. Cinta protagonizada por Sean Connery inspirada en el cómic de Alan Moore. El padre de Indiana Jones interpretaba a Allan Quatermain, experto aventurero que recorría el planeta acompañado de personajes míticos de la literatura: el Doctor Jekyll & Mr. Hyde, Mina Harker, el Hombre Invisible y el Capitán Nemo. Sí. Unos ‘Vengadores’ históricos.

Con el firme propósito de olvidar la película de marras y recuperar la aventura memorable, Fox acaba de anunciar que está preparando la serie de televisión de ‘La Liga de los Hombres Extraordinarios’. Bueno, para ser honestos, ha encargado un capítulo piloto. Para ver qué podría salir del invento. Y, de gustar, lanzarse a la piscina. El encargado de la adaptación será el escritor Michael Green (’Green Lantern’, ‘Everwood’, ‘Smallville’, ‘Héroes’).

Lo curioso del asunto es que hace un par de semanas, Showtime publicó que nuestro Juan Antonio Bayona (‘Lo Imposible’) dirigirá el primer episodio de ‘Penny Dreadful’, serie producida por Sam Mendes que juega con monstruos y seres clásicos de la Literatura: Frankestein, Drácula, la Momia… Coincidiendo con la temática de ‘La Liga de los…’ de una manera muy sospechosa.

Por otro lado, Hollywood nos tiene acostumbrado a estrujar sus ideas de dos en dos. Así que, tampoco es tan raro. En cualquier caso, en 2014, monstruos para todos.

Los Quince Imposibles

Las pérdidas millonarias en el cine español, la caída ininterrumpida de espectadores, la subida del precio de las entradas tras el incremento del IVA, la poca autoestima de los autores patrios y la arrolladora promoción estadounidense, harían pensar que la siguiente lista es imposible. Pero, amigos, hablamos de quince imposibles que retan al prejuicio:

Uno. ‘Lo imposible’ se estrena a lo grande, en una decena de salas de una misma ciudad, con horarios ininterrumpidos a intervalos de media hora. Hay largas filas en las taquillas, expectación de público y corrillos que comentan la película al terminar. Bravo.

Dos. Todas las salas están llenas. A reventar.

Tres. La película ha tocado el timbre de las principales distribuidoras internacionales. Romperá con todo tipo de fronteras.

Cuatro. Más allá de la valoración personal, es un cine comercial competente y competitivo. No tiene nada que envidiar a la mayor producción hollywoodiense.

Cinco. La promoción de una película española ensombrece al resto.

Seis. Sí, es una película española.

Siete. ‘Lo imposible’ es la primera película que recauda tres millones de euros en su primer día. 9,8 en todo el fin de semana. Se calcula que la cinta ocupa la séptima posición en la taquilla mundial, habiéndose estrenada solo en España.

Ocho. Además de la de Bayona, hay tres títulos interesantes y españoles en la cartelera: ‘Blancanieves’, ‘El Artista y la Modelo’ y ‘Las aventuras de Tadeo Jones’.

Nueve. Vi la película en versión original.

Diez. ¿Y si aprendemos a vender el cine español en España, descubriríamos que tenemos unos cineastas talentosos, prolíficos y envidiables?

Once. Tom Holland, el pequeño Lucas, merece un Oscar. O, al menos, una nominación.

Doce. La banda sonora de Fernando Velázquez es preciosa. El sonido de la película merece un Oscar. Y no una nominación.

Trece. El guion de Sergio G. Sánchez tiene momentos brillantes. Uno de ellos, la escena de los desaparecidos en el hospital, le hubiera gustado filmarla a Spielberg.

Catorce. No hay límites ni fronteras. Al final, el cine es cuestión de un texto, una cámara y un buen equipo. Tenemos de todo.

Quince. Creo en Juan Antonio Bayona.

(Actualiza. 18 de febrero, 1:05 horas) Dieciséis. J. A. Bayona gana el Goya a mejor director.

 

 

Lo imposible (I)

Un milagro sucede entre un suspiro y un grano de arena. Es tan fácil -tan lógico- creer en las matemáticas -en sumas y restas, progresiones aritméticas, gráficas y estadísticas, problemas y soluciones- que la opción improbable, la que nadie escribiría como resultado final, cae siempre en un margen inexistente al que conocemos como ‘Lo imposible’.

Los dedos agarrotados y la espalda encogida. Los ojos abiertos, luchando contra el parpadeo, y la barbilla erizada ante la música que sube. Los zapatos clavados en el suelo y la garganta cerrada. Un grito en la pantalla, un nombre, y algo dentro se rompe. Ni los dedos apretados, la espalda forzada, los párpados batientes, la barbilla expectante, los zapatos fijos ni la garganta impermeable sostienen un estómago que se desmorona, que empuja el alma y que obliga, sin remedio, a frotar la mirada para no empañar el resto.

‘Lo imposible’ es un desafío entre director y espectador. Juan Antonio Bayona narra la epopeya de una familia española que sobrevivió al tsunami de Tailandia, en 2004. ¿Se puede emocionar a un público que conoce la historia? Sí, demonios, sí se puede. La película es un ejercicio de manipulación emocional en el que todo está escrito para alcanzar la empatía absoluta: el sonido, sobrecogedor desde el primer segundo, el poderío visual, la destreza de la cámara, el olor que transpira la fotografía, el acierto de Ewan McGregor, Naomi Watts y Tom Holland…

Bayona consigue un película redonda alejada de lecciones morales. Dos horas para describir lo fácil que es creer en las matemáticas y lo maravilloso que es saber que lo imposible puede suceder. Un canto a la esperanza que levanta el cine español en una ovación cerrada, da una lección vital a un país incapaz de alzar las comisuras y llena las salas con un público agradecido que tardará en olvidar el grito, el nombre: a Lucas.

No sé cómo ni por qué. Pero sé que, a veces, hay espacio suficiente entre un suspiro y un grano de arena; tiempo de sobra para crear algo enorme. Buen trabajo, Bayona.