Una extraordinaria falta de educación

Permitan que no me ande por las ramas: somos unos maleducados. Era de madrugada y su nombre ya era tendencia en Twitter. Su nombre aparecía en infinidad de muros de Facebook. Su nombre rulaba de un Whatsapp a otro, indiscriminadamente. Y encima nosotros, los medios, nos hacemos eco de su nombre. Periódicos, televisiones, radios… Todo el mundo aprovecha la ola y destroza por completo el capítulo a todos aquellos que aún no lo hemos visto. ¿Por qué?

La crueldad y el catetismo que estamos demostrando con ‘Juego de Tronos’ es para analizarse con lupa. Una cosa es llegar a la oficina y preguntar al aire: «¿Habéis visto ya el capítulo de esta semana? ¡Tremendo!» Y otra, muy distinta, es desmenuzar a los cuatro vientos qué pasa, cómo pasa y con quién pasa. Se nos tenía que caer la cara de la vergüenza.

Creo que es un asunto de madurez social. Así es la lógica que impera en la calle: «Como ‘Juego de Tronos’ se ha puesto de moda, si no lo has visto es tu problema y yo, como soy un ser libre y dispongo de libertad para decir y hacer lo que quiera, pues cojo y tuiteo quién ha muerto o se ha librado por los pelos. Y ya está».

Imaginen, por un momento, que todos los que nos leímos los libros nos dedicáramos a destrozar los capítulos (aunque cada vez se parezcan menos), por norma, cada semana. Imaginen que todos los que leemos y vemos cosas sin que –aún– estén de moda, gritáramos a bombo y platillo qué es lo que va a pasar a continuación.

Qué peligroso creer que todo el mundo ve lo mismo. No, amigos que destrozan las series y películas porque ya las han visto y se creen poseedores de un derecho divino a joder a los demás: no me importa que destrocéis lo que pasa en vuestro programas favoritos (ya saben, ‘Gran Hermano’ o ‘Mujeres Hombres y Viceversa’). Pero, por favor, pensad un poquito antes de abrir la boca.

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The Witcher, el ‘Juego de Tronos’ de los videojuegos

Llevo quince minutos jugando y ya sé que estamos ante una obra inolvidable. El escritor Andrzej Sapkowski se convirtió en una celebridad de las letras polacas gracias a sus relatos sobre Geralt de Rivia. Desde aquella primera historia, publicada en 1990 en una revista cultural, las aventuras del Brujo han crecido década a década: relatos que crecen en novelas, novelas en series de televisión, series en películas y, por fin, todo mezclado en videojuegos. Su gran éxito.

‘The Witcher 3’ (disponible en Ps4, Xbox y Pc) es uno de los grandes hitos culturales de 2015. Uno de esos estrenos que quedará en la memoria colectiva –esa que permanece sin necesidad de premios o modas pasajeras–. Y es un videojuego. Uno muy grande, muy espectacular, muy ambicioso. Una enorme aventura que sumerge al jugador en un guion enriquecido con cientos de tramas, subtramas, romances, duelos, fantasía y épica. Más de cien horas de juego –según dicen–, lo equivalente a ver dos veces todas las temporadas emitidas de ‘Juego de Tronos’.

La comparación con la serie de la HBO no es gratuita. ‘The Witcher’ y ‘Juego de Tronos’ comparten una trayectoria muy similar: una saga literaria transformada en un producto audiovisual. O, lo que es lo mismo, un éxito de minorías convertido en un fenómeno de masas. Recuerdo cómo pasé muchos años –muchos– invitando a mis amigos y conocidos (incluso en algún texto del periódico) a leer los libros de George R. R. Martin, antes de que llegaran a la televisión… Ya saben lo que pasó después.

Imaginen ahora que les ofrecieran interpretar a uno de esos personajes de Juego de Tronos. Tan héroe como villano, justiciero y vengador. Lo más cercano a ‘vivir’ esa experiencia es ‘The Witcher 3’. Y eso, como les digo, es un videojuego. Cada arte tiene su placer, no renieguen de ninguno.

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El final de Juego de Tronos

Hay una conversación que me encanta. Suele empezar con que alguien dice que ya ha visto, por fin, el último capítulo de ‘Juego de Tronos’. Entonces, otro que no lo ha hecho, suplica silencio, que nadie diga nada, ojito con los spoilers y tal. Lo curioso es que siempre –siempre– aparece un tercero en discordia que aporta un pequeñísimo guiño a la conversación que enciende la chispa. Por ejemplo: «Me gustó mucho el último, muy épico».
-¡Que os he dicho que no digáis nada!
-¡No he dicho nada!
-¡Has dicho que te gustó!
-Ya, vaya, te he jodido la serie entera…
-¡Y has dicho que es épico!
-Macho, no exageres…
-¡Que no digáis nada, leche! Y nada es… ¡nada!
Al último «nada» le sigue un silencio abrumador que dura unos segundos. Lo que tarda en tomar aire el que inició la conversación y soltar la siguiente línea:
-Todavía te recuerdo lo de ‘Homeland’…
-Lo de ‘Homeland’ fue sin querer.
-Sí, pero bien que dijiste lo que te dio la gana y nadie te chilló.
-No es lo mismo.
-¿Ah no?, ¿por qué no, si se puede saber?
-Porque Brody… fue sin querer.
-Pues sin querer te voy a contar lo que pasa al final de ‘House of Cards’, mamón.
La ira se mastica, el aire pesa y las palabras toman consistencia. El ambiente idóneo para el clímax, mi momento favorito, la voz que resuena y cierra la discusión de un plumazo. Con autoridad y orgullo. El tercero en discordia:
-Como no os calléis ya os digo el final del quinto libro, pesado
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Vikingos vs. Juego de Tronos

Terminada la primera temporada de ‘Vikingos’, la serie del Canal Historia, uno entiende las comparaciones que ha provocado con ‘Juego de Tronos’. De hecho, comprendo que haya surgido un nutrido grupo que prefieran la leyenda de Ragnar Lothbrok al complejo universo creado por la HBO. Y digo HBO y no George R.R. Martin porque aquí estamos comparando dos series de televisión, algo que es, sin duda, el quid de la cuestión.

‘Vikingos’ no tiene detrás una compleja serie de novelas que generan su guión. Es un producto por y para la televisión. ‘Juego de Tronos’, sin embargo, pese a ser una gran adaptación, es un universo escrito y pensado para el papel; para el lector que gusta de imaginar la pradera por la que cabalga Jaime Lannister y el emblema que decora la casa de los Stark. Eso ha provocado que ‘Juego de Tronos’, la serie, sea extremadamente compleja –sobre todo a partir de la tercera temporada– para el espectador que no ha leído los libros. Bueno, no para todos. Pero estoy seguro de que conocen a alguien que les ha dicho aquello de «yo me he perdido, ¿y este quién era?»

La serie del Canal Historia utiliza los mismos elementos que la saga de Hielo y Fuego: personajes carismáticos, traiciones políticas, luchas de clanes, tierras desconocidas… Con la notable diferencia de que ‘Vikingos’ nunca se separa de ‘lo real’. Quiero decir. Todo, hasta las visiones más inauditas del Ragnarok, tienen una explicación racional. La religión y las creencias, además, juegan también un  papel fundamental, justificando guerras y culturas, demostrando que amigos y enemigos no están tan lejos de un mismo cielo.

(Por cierto, me fascina la idea del Valhalla de los vikingos: vivir sin miedo a la muerte, solo miedo a no vivir con la suficiente dignidad como para que no te dejen entrar en el Valhalla).

Entonces qué, ¿‘Vikingos’ o ‘Juego de Tronos’? ‘Vikingos’ tiene a su favor la sencillez de una historia clara, concisa y bien narrada. ‘Juego de Tronos’ es una saga colosal que va más allá de las fronteras de la televisión. Yo, si fuera usted, vería las dos series y me leería las novelas de Martin. No necesariamente en ese orden.

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Juego de Tronos: el hecho histórico que inspiró La Boda Roja

Juego de Tronos, capítulo 9 de la tercera temporada: ‘La boda roja’. Episodio francamente esperado por los lectores de George R. R. Martin y todo un ‘shock’ para los espectadores de la serie. Así que, estimado lector, permitan el uso de mayúsculas, no quiero dejar heridos por el camino. Peligro: SPOILERS a continuación. No, en serio, si no han leído el tercer tomo de la saga o están pendientes de ver el citado episodio que se emitió anoche en España, dejen de leer este post. Ya. Fuera. Vamos, vamos, vamos.

Luego llegará el borde de turno y dirá que no avisé. Aviso otra vez: Juego de Tronos 3×09, la boda roja. ¿Lo has visto? Sigue leyendo y te cuento qué hecho histórico la inspiró. ¿Que no lo has visto? ¡Corred insensatos!

Un último intento de salvaros de una lectura dañina. Los amigos yankis se graban viendo ‘la boda roja’ y sale este divertido vídeo que también contiene spoilers (no pulsen en Play). Después del vídeo, les cuento la anécdota histórica.

Empezamos. Juego de Tronos: la boda roja y la masacre que la inspiró.

George R.R. Martin confesó que para escribir la Boda Roja (bien descrita por muchos como tragedia griega) se inspiró en un terrible episodio de la Escocia Medieval. En noviembre de 1440, los principales hombres del Clan ‘Black Douglas’ fueron invitados a cenar con el joven Rey de Escocia en el Castillo de Edinburgo. Pese a que habían tenido importantes disputas, les aseguraron que su vida no corría peligro. Como en las tierras de Poniente, Escocia estaba repleta de familias nobles que gozaban de gran poder, como los Douglas. La cena era un momento para acercar posiciones, iniciar un diálogo y posibilitar la paz.

Sin embargo, el propio Martin relata lo que sucedió: «Al final del festín, los hombres del Rey empezaron un redoble de tambores. Trajeron una bandeja tapada con una tela y la pusieron frente al Conde Douglas. Al destaparla, apareció la cabeza de un jabalí negro. El símbolo de la muerte».

Efectivamente, la cabeza de la bestia fue la señal y los soldados del rey masacraron a sus invitados. Cuatro siglos después, el poeta Walter Scott escribió este poema (¿alguien se anima a hacer la traducción?):

Edinburgh castle, toune, and towre,
God grant thou sink for sin;
And that e’en for the Black Dinner,
Earl Douglas gat therein.

Y así fue como Martin se inspiró para escribir la Boda Roja.