Los Rebeldes de Recio

Venga, que son pocos y cobardes. Durante las últimas semanas hemos escuchado demasiadas veces la palabra ‘imposible’. Hemos decidido encumbrar el éxito a una candidatura, nos conformamos complacientes. Y eso no es justo. La columna rebelde liderada por Javier Recio tiene un plan. Ellos son el pequeño X-Wing que, sólo con el poder de ‘La fuerza’ –de creer como si la vida nos fuera en ello- se han colado en un colosal imperio, una Estrella de la Muerte con un punto débil que ellos mismos desconocen.

Los rebeldes de Recio llevan más de una semana en tierras del Imperio galáctico, Los Ángeles, estudiando sus puntos débiles. Coordinando empeño, energía y voluntad en llevar ‘La dama y la muerte’ hasta el extinto planeta de Coruscan. La insignia de Kandor Moon ya suena en la Academia del Cine yanqui. El objetivo es ponerle la tilde cada vez más presente a la palabra que lo engloba todo: Óscar.

Muchos son los que comparan. Los que miran a las otras candidatas y, como el padre que sabe que su hijo no será un médico de prestigio, se compadecen de la ilusión del creyente. ‘Wallace and Gromit’ puede ser la favorita. Esos muñecos de plastilina son como tremendos Robots de guerra que campan a sus anchas por un bosque que sólo hace cosquillas. Sí, son grandes y fuertes. Por eso, cuando alcemos nuestras lanzas como Ewoks del bosque, la victoria será aún más gloriosa.

Esta noche, cuando enfoquen a los candidatos al Mejor Corto de Animación en la Gala de los Oscar y veamos a Javier Recio, director de ‘La dama y la muerte’, concentrarse y pensar en el enorme equipo que lleva a sus espaldas, nosotros no podemos fallar. Somos el espíritu, el Obi-Wan Kenobi que inspirará a Recio a lanzar los torpedos que destruirán la Estrella de la Muerte.

Crean. Crean con todas sus fuerzas. Aunque sólo sea por escuchar la fanfarria final.

La dama y la muerte

Destacar en la Facultad de Bellas Artes de Granada no es fácil. Pero Jaime lo hacía. Creo que él fue uno de los grandes culpables de que yo dejara la carrera y recuperara mi vocación más primaria: escribir. Cada vez que cogía un lápiz hacía magia. En serio, era lo más parecido a ver una película de animación en directo: sombras que cobraban vida, rostros expresivos, puro movimiento. Jaime -como casi todos- sacaba su bloc cada vez que tenía una oportunidad. En clase de Historia del Arte, por ejemplo, si el profesor hablaba de Roma, vasijas y coliseos, él dibujaba un valiente gladiador luchando contra un feroz león. O si tocaba Grecia, viajaba a la mitología y traía consigo a Medusa, Pegaso y Hércules. Mientras tanto, yo miraba con envidia sus páginas repletas de futuro y, de reojo, sospechaba de mi página en blanco.

La admiración por el talento de Jaime era compartida -en realidad, había auténticos genios en aquella promoción del año 2000- por alumnos y profesores. Al terminar aquel primer curso me despedí de Bellas Artes y de Jaime, con la seguridad de que el triunfo llamaría a su puerta. Unos años más tarde, en uno de esos encontronazos que empiezan con ojos abiertos y terminan en abrazo, nos vimos en un bar. Me dijo: “Estoy trabajando en Kandor”. Como si viviera mi propio flashback, retrocedí a las conversaciones en el autobús, camino a clase, en las que los dos hablábamos de sueños animados. Me sentí profundamente orgulloso de él.

La verdad es que desconozco por completo su implicación en ‘El Lince Perdido’ o en ‘La dama y la muerte’, el corto nominado a los Oscar. Pero la sola idea de que Kandor Moon esté compuesta por profesionales tan competentes como Jaime es para sonreir de oreja a oreja. Para mirar a Andalucía, a Granada, a nuestra tierra, y sentir cómo un escalofrío de éxito pone todos nuestros pelos como escarpias. Javier Recio, el director del corto, decía en una entrevista: “Queríamos usar las últimas tecnologías, ensayar para lo que viene sin olvidar que hay que contar una buena historia. Porque al final, si no hay historia, no hay cine”. Chúpate esa, Cameron.

El próximo 7 de marzo, la comitiva de Kandor serán nuestros avatares. Sentiremos por ellos y ganaremos junto a ellos. Porque ellos han conseguido que creamos que no hay horizontes inalcanzables. Y eso, en tiempos de crisis, es mucho más que 8 minutos de buen cine. Gracias Jaime. Gracias Kandor.