La isla de Magical Girl

Los Premios Feroz han conseguido que volvamos a hablar de ella –si es que alguna vez dejamos de hacerlo–. Y es más que probable que dentro de unas semanas volvamos a ver a su director recoger alguna estatuilla en los Goya. Los que hablamos de ella nos dividimos en dos facciones: los que la han visto y los que no han podido verla. No. No he visto ‘Magical Girl’. La película de Carlos Vermut (‘Diamond Flash’) no llegó a los cines que me rodean. Vaya, no llegó a la mayoría de los cines de la gente del pueblo. Tampoco es que me extrañara, la verdad, pero mentiría si no dijera que siento cierto alivio vengativo cuando este tipo de películas se reivindican como ‘éxitos’ nacionales.

Ahora, sabiendo del éxito de ‘Magical Girl’, hay dos formas de afrontarlo: seguir ignorándola o, quizás, reestrenarla. Es entonces cuando un servidor se ve más que animado a aplaudir a, por ejemplo, Kinepolis de Granada, que ha tenido la maravillosa idea de proyectarla hoy. Espero poder decirles, mañana, que ya pertenezco a esa segunda facción de ‘Magical Girl’.

Lo de reestrenar se ha convertido en un artilugio muy español. Cada vez menos, por suerte. Pero han pasado muchos años en los que parecía que el público daba credibilidad a una película española solo cuando volvía, meses más tarde, a la cartelera. Este año tenemos las dos versiones: ‘Magical Girl’, el típico reestreno de ‘no tenía ni idea de su existencia’; y casos como ‘La isla mínima’, que vuelve a las salas para repetir éxito.

Por cierto, mi más sincera enhorabuena a todo el equipo de ‘La isla mínima’, triunfadora de Los Feroz y, según mis vaticinios, estrella de Los Goya. A ella y al resto de nominadas, que demuestran el espectacular estado de forma de los contadores de historias patrios. Películas que, año tras año, construyen puentes para que ninguna producción que lo merezca pase desapercibida. Van quedando menos islas.

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Cinco certezas del cine español

Pocas veces tenemos una oportunidad tan frenética y fabulosa para reflexionar sobre el cine español (el que se hace en España, no ‘español’ como género). En un corto espacio de tiempo, hemos visto taquillas emocionadas, críticos extasiados, público ilusionado y algún que otro desprecio inconcebible.

Uno. El cine español es tan cine como el cine americano, el francés o el alemán. No hay complejos. La gran muestra es ‘La isla mínima’, de Alberto Rodríguez. Thriller policíaco que compite sin miramientos con ‘Perdida’ de David Fincher. Y, por cierto, gana.

Dos. Hacía mucho tiempo que no iba al cine y me encontraba una sala a reventar, con todas las entradas vendidas. Y, lo que es más importante, con ese magnífico ‘runrún’ que pulula por los pasillos al salir encandilados de la sala. ¿Vieron ya ‘El niño’ de Daniel Monzón? Se estrenó hace varios meses, pero aún sigue creando corrillos.

Tres. Santiago Segura es uno de los cineastas que mejor entiende el mercado. Le guste o no el personaje, su artesanía con Torrente debería crear escuela. Además, ¿por qué nadie habla de la calidad de sus producciones? ¿Es que no merece tomarse en serio por ser comedia?

Cuatro. La cantera de intérpretes españoles es excepcional. Buenos actores que han sabido enganchar con el público, más allá de la pantalla. Pese a que podríamos hacer una enorme lista, permitan un pequeño guiño para Javier Gutiérrez (‘La Isla Mínima’), que, grano a grano, ha construido una carrera formidable.

Cinco. No importa la buena prensa, los galardones ni las Conchas que reciba. A veces, una película que lo tiene todo, léase ‘Magical Girl’, pasa desapercibida para el público.

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La propina: Pasarán años, muchos, antes de que se deje de utilizar ‘Ocho apellidos vascos’ como métrica del éxito. Queda un futuro brillante, que siga el contagio.