Los Mercenarios 2

‘Los Mercenarios 2’ tiene un grave problema de empatía. Si las películas de acción de los 80 y 90 nunca le dijeron nada; si Stallone, Schwarzenegger, Van-Dame, Willis, Lundgren y Norris son apellidos que ni le motivan ni le agradan; o si nació en una época en la que el término ‘héroe de acción’ se emplea para describir a Colin Farrel, Chaning Tatum, Sam Wothington o Taylor Lautner y, por tanto, ‘Desafío Total’, ‘Soldado Universal’, ‘Rambo’, ‘Terminator’ o ‘La Jungla de Cristal’ son sinónimos de “versiones y secuelas molonas de películas antiguas”, ‘Los Mercenarios 2’ no le emocionará nada en absoluto. De hecho, le irritará ver a tanta vieja gloria corriendo por campos de batalla, una barbaridad arcaica repleta de palabrotas, chistes malos, buenos en dos dimensiones y escenas poco espectaculares. Por tanto, podemos concluir que si usted se incluye en uno de los parámetros ya mencionados, ‘Los Mercenarios 2’ le parecerá una completa, soberana y magnánima bazofia.

Ahora bien, si se encuentra al otro lado de la línea, si ver a estos malditos bastardos en un mismo plano le eriza el vello, si creció en una época de maquetas, explosiones desmesuradas y músculos imposibles, amigo, usted va a alucinar.

‘Los Mercenarios 2’ supera a su predecesora en todo por una sencilla razón: sabe encontrar su sitio. La película de Simon West (‘The Mechanic’) reúne a los actores fetiche de la acción noventera con un claro objetivo: “vamos a pasárnoslo bien”. Y entonces sucede la magia y la autoparodia consentida por sus protagonistas, las constantes referencias a la vida real de los actores y a sus papeles fetiche, funciona también como la mejor y más maravillosa oda a su trabajo.

¿El guion? ¡No importa! De verdad, créanme, no importa nada en absoluto. La historia no es más que una excusa para crear las situaciones idóneas para que las estrellas hagan su trabajo. Además de contar con el cameo más memorable de la era moderna -Chuck Norris, impagable-, cumple el sueño del aficionado sin pretensiones que un día soñó con tener a Terminator, Rambo y McClane disparando en una misma escena.

Puede que estos actores debieran estar ya en un museo, pero la verdad es que su leyenda les sobrepasa. Insisto: es el único estreno del verano que supera mis expectativas. Yo no dejé de reír.

Mercenarios 2: los otros

Era la sesión golfa, la medianoche del estreno de ‘Los Mercenarios 2’, y la sala estaba casi vacía. Al menos ésa era la sensación hasta un segundo antes de que se apagara la luz, justo cuando un grupo de amigos, entre diez y quince jóvenes que debían rondar los treinta años, entraron como una exhalación en la sala. Les juro que me bastó su forma de andar, de sentarse inquietos en la butaca como niños que esperan su regalo de Navidad, para imaginarles esa tarde, llamándose por teléfono unos a otros, pasando el mensaje: “¡Se estrena hoy! ¿Nos veremos, verdad?”

Y ahora, varios días después, todavía sonrío recordando la que será, sin duda, una de las más felices y divertidas noches de cine que viviré en toda mi vida. Con las letras ya impresas en la pantalla, había una palpable contención en el ambiente. Un silencio expectante que se derrumbó con un potente estallido en cuanto Stallone apareció en la pantalla: el grupo inició una increíble y emocionante ovación al que el resto de la sala -por pocos que fuéramos- nos vimos arrastrados. Se creó una burbuja mítica y memorable en la que cada guiño, cada presentación, cada chascarrillo de machote y cada disparo certero en la cabeza del enemigo, era excusa suficiente para gritar, chocar las palmas y reír con el descaro de un héroe de acción.

Aplaudimos a todos los protagonistas de las películas que inventaron nuestra infancia. Aplaudimos los días en que el salón de casa se convertía en un inesperado fortín al introducir la cinta en el videocasete. Aplaudimos a aquellos zagales imberbes dopados de adrenalina que saltaban sobre el sofá y corrían por el pasillo esquivando el disparo enemigo. Aplaudimos un tiempo que pasó, un tiempo al que nos consagramos en cuerpo y espíritu, al que honrábamos, una vez más, en su templo, en el cine.

No sé sus nombres ni a qué se dedican. Podrían ser esos vecinos con los que te cruzas todas las mañanas en la misma calle, o compañeros de colegio, o el tipo que te contó el chiste del cura granaíno. No importa. Sólo sé que ellos, los otros mercenarios, consiguieron que ver a Schwarzenegger, Stallone, Willis y Norris en la misma escena fuera una catarsis lírica. Gracias. Espero de corazón que ustedes encuentren a un grupo así cuando vayan a ver los ‘Mercenarios 2’, la película que, por cierto, más feliz me ha hecho de todo el verano. Pero de eso hablamos mañana.

Los prescindibles

Desarrollaron su carrera en un mundo violento, ingenuo y virgen de cromas y efectos dimensionales. Apretaban el gatillo, mataban al malo y posaban para la cámara con un chascarrillo prepotente, tan escueto como poderoso. Era su trabajo y eran los mejores. Mientras críticos y expertos les otorgaban adjetivos secundarios -comercial, palomitero-, regalaban a otros la gloria, el arte; la trascendencia. Después de todo, ellos eran héroes de acción, músculos sin cerebro que sólo valían para correr delante de la cámara y gritar como cosacos antes de romper un cuello. Antes de reclamar venganza.

Es curioso. La generación que se crió con ellos -con Schwarzenegger, Stallone, Van-Dame, Willis, Lundgren- convirtió esas películas en hitos culturales. En referencias continuas que describen a los niños que fueron y a los adultos que aspiraban ser. Aquellos niños hoy son el grueso de un grupo de jóvenes preparados y ambiciosos, con formación y capacidad para revolucionar el mundo y derrochar talento. Esforzados como Rambo, dedicados como McClane, fieles como Conan y eficaces como cualquier otro soldado universal. Y, sin embargo, no es así.

Ambos grupos -los actores y los espectadores- comparten hoy una categoría social similar: los prescindibles, los sacrificables; los que pagan el pato, los que salen perdiendo, el daño colateral, la nota discordante.

Y eso es el gran mensaje, la gran poética de ‘Los Mercenarios’ de Sylvester. La reivindicación de una época, de una generación, de un legado que reclama su lugar en el mundo. Si hubiéramos mantenido el título original, ‘The Expendables’, ahora hablaríamos de la segunda entrega de ‘Los Prescindibles’, un marco mucho más descriptivo y cautivador que el referente bélico.

La verdad es que no nos importa mucho la calidad cinematográfica ni la trascendencia filosófica de ‘Los Mercenarios 2’. Nos importa descubrir ver cómo los prescindibles se abren hueco a metrallazos en un mundo carcomido, repleto de cromas y falsedades, que añora el tiempo en el que ‘querer’ era sinónimo de poder. Yipikaiey.

Temporada 'Hype 2012'

Se abre la veda, comienza la temporada ‘Hype 2012’. ‘Hype’, ya saben: fenómenos cinematográficos que crean una expectativa tan descomunal que el universo friki los encumbra antes de verlos. Estas películas, además, cumplen la siguiente fórmula: trailers, campañas virales en Internet, imágenes recurrentes en revistas, marquesinas y pegatinas de chicles. Así, las mentes débiles quedan prendadas con un espíritu consumista que les empuja a comprar las entradas para la primera sesión disponible, sin mediar raciocinio (verano, cuatro de la tarde, esas cosas). Dicho lo cual, me muero de hype por:

6 de julio, ‘The Amazing Spiderman’. El retorno de su amigo y vecino Peter Parker bajo la batuta de Marc Webb (‘500 días juntos’) y el buen hacer de Andrew Garfield (‘La Red Social’). Prometen un Hombre Araña más oscuro, más intenso, más ‘Begins’.

13 de julio, ‘El Dictador’. Sí, qué pasa. Sacha Baron Cohen (‘Bruno’, ‘Borat’) tiene una legión de fieles seguidores de su humor basto, cruel e irreverente. Ahí estamos.

20 de julio, ‘El Caballero Oscuro: La leyenda renace’. Christopher Nolan cierra la saga. No hay nada que puedan decir para subir o bajar el Hype. Es hype nivel maestro.

13 de agosto, ‘Prometheus’. Para cuando llegue la fecha del estreno en España, habrá miles de espectadores que se plantearán verla en el cine o descargarla en calidad DVD. No les culpen, consecuencia de estrenar las películas con gancho casi tres meses más tarde.

17 de agosto, ‘El legado de Bourne’. Jeremy Renner (‘Los Vengadores’, ‘Misión Imposible 4’) sustituye a Matt Damon en una de los thrillers modernos más interesantes de la última década. Muy prometedora.

24 de agosto, ‘Los Mercenarios 2’. La pregunta se hace obligatoria: ¿Es una parodia de sí misma o es la mejor película de la historia -estoy exagerando, no se alteren-? Ver a las viejas glorias en el trailer (Schwarzenegger, Stallone, Willis, Van Damme, Norris…) ya emociona.