Pan Negro

Lo podría decir alto: ‘Pan Negro’ no es la mejor película española del año. Pero me apetece decirlo claro: ‘Pan Negro’ es un aburrimiento, un desastre y una completa desilusión. Lo peor que le pudo pasar a la película de Agustín Villaronga es que le dieran tantos premios en los Goya. El éxito, que ensombreció a otras historias de primerísima línea (‘Buried’, pero sobre todo ‘También la lluvia’), creó unas expectativas que, en absoluto, se acercan a la realidad. De hecho, los galardones del cine español deberían pensar en su labor de promoción y en cómo ahora los espectadores nos sentimos estafados al salir de una proyección que se las prometía como ‘El laberinto del Fauno’ en catalán y que, en realidad, es más de lo mismo. Que no les extrañe si alguien se hace la siguiente reflexión: “Si esta es la mejor para la Academia, ¿cómo de malas serán las otras?”

De ‘Pan Negro’ han podido leer cosas así: “Fábula situada en la posguerra española, en la que dos niños se enfrentan al mundo de los adultos para resolver el misterio de ‘Pitorliua’, una criatura fantástica que habita en el bosque”. Algo que difiere mucho de lo que yo vi: Drama situado en la posguerra española -donde unos son muy malos y otros, muy buenos-, en el que dos niños con traumas educacionales y dudas sobre su sexualidad sufren las mentiras de los adultos que les rodean: profesores pederastas, familiares machistas, traidores políticos, crápulas esclavistas y curas desalmados. Los infantes se enfrentarán al mito del ‘Pitorliua’, un homosexual que murió en extrañas -y nada avenidas con la educación para la ciudadanía- circunstancias.

La impotencia al llegar los títulos de crédito es desalentadora. Ahora que el cine español importaba, que la calle hablaba de él con orgullo, nos calzan, de buenas a primeras, una ‘españolada’ como las de siempre. Incluso, uno empieza a dar crédito a las voces que afirmaron que su éxito en los Goya era el resultado de las desavenencias entre Álex de la Iglesia e Iciar Bollaín, la presencia de numerosos catalanes entre los académicos y la nada desdeñable retahíla de patrocinadores públicos de ‘Pan Negro’. Una idea despreciable. Y espero que fundada en la envidia.

Esta insufrible monserga política (eso sí, el arranque es soberbio), además, se alzó con diversos premios a la interpretación. Pase el de Nora Navas, pero ni los niños son una revelación ni Laía Marull es la mejor secundaria, con una presencia en pantalla que sumará, en total, cinco minutos.

No, ‘Pan Negro’ no. Si no la vimos antes, por algo sería.

El discurso del (ex) rey

Mientras que la sala aplaudía la entrega del Goya a la mejor película Europea a ‘El Discurso del Rey’ –la llamada a conquistar los Oscar–, Internet ovacionaba la arenga de otro discurso, de otro rey. Álex de la Iglesia consiguió, una vez más, un unánime y sentido «bravo». Con el ceño fruncido y la mirada contenida, el hasta ahora director de la Academia desafió a presentes y ausentes con unas palabras memorables que se resumen en una idea: «Sin público esto no tiene sentido. No podemos olvidar eso jamás». El director de ‘Balada triste de trompeta’ se dio el gusto de recordar que el debate sobre la Ley Sinde carece de importancia si eso acarrea mala fama para con los espectadores. Contar historias y vivir –bien– de ello es un privilegio que solo se puede agradecer.

Álex fue, sin duda, el salvador de una gala lenta, pesada y atiborrada de agradecimientos insoportables. Que sí, que es su momento, pero alguien debería explicarles a los artistas que la fiesta de los Goya debe ser, insisto, un entretenimiento para el gran público. Es, por encima de todo, una plataforma para fomentar el consumo de nuestras historias. Por lo más sagrado, ¡duró una hora más de la cuenta! Vaya, es que ni con anuncios salían tan mal.

No quiero culpar a Buenafuente. De hecho, su presencia animó el cotarro bastante. Pero es innegable que no alcanzó las cotas de talento del año pasado. Curiosísimo lo de comparar una gala con la otra: hace 365 días Álex de la Iglesia era el conciliador que nos trajo a Pedro Almodóvar; hoy es la viva imagen del cisma de las descargas. Un cisma, por cierto, que supongo que ha influido en las votaciones de los académicos, porque si no quién se explica el suspenso monumental de ‘También la lluvia’ y el sobresaliente de ‘Pa Negre’.

Y para terminar me dejo lo mejor, la puntita de la barra de pan: Al próximo soplagaitas que me diga que los niños andaluces no hablan bien o que en el sur no sabemos pronunciar, le voy a mandar a tomar por donde amargan los pepinos. Marina y Francesc –actriz y actor revelación, los zagales de ‘Pa Negre’–, muy majos los dos, pero, carajo, ¡parecían ingleses! «Gracias para todos por premio, contento para premio». Lamentable. ¿Es que no se enseña español en Cataluña o qué?