Pequeña intromisión al Festival de Poesía

Pequeña intromisión al Festival Internacional de Poesía de Granada. El cine:

Si prestas atención al espectáculo silencioso
tocarás el tictac tenaz y táctil del traqueteo luminoso.
Pasarán las vidas, otros metrajes, y la fiel butaca 7 de la fila 6
seguirá acariciando tus dedos en los títulos de crédito,
mientras Michael, John, James, Hans y Desplat
juegan vellos surcos en un único recuerdo.

Fui a la sala siendo niño y salgo orgulloso infante,
oteo coloridos horizontes pintados sobre blanco y grito,
transformado,
¡oh, capitán, mi capitán!
Alzo mi espada y juro venganza,
pues soy Montoya, pero también Wallace.
Y siempre seré portador de una nueva esperanza.

Abrí la ventana y sostuve el reloj de Keaton
que caía sobre un tren pilotado por Lumiere y fletado por
Meliès, elevado por Chaplin y consagrado por Hitchcock.
Amado por Spielberg, Nolan, Scorsese, Scott, Fincher.
Burton, Eastwood, Amenábar, Bayona, de la Iglesia.

Porque no existe la soledad en la proyección de una sala vacía,
no existe la Nada; no existe el tiempo; tampoco la lejanía.
Un aquelarre de imposibles, de sueños escritos en secuencias,
de pequeños poemas que imaginan la vida eterna: el cine.

poetas

El árbol de la vida (I)

El ser humano es extraordinariamente complejo. Cada poro de nuestra piel está formado por minúsculas células que funcionan como pequeños universos que ruedan su propia fortuna. Caminamos por la tierra como nómadas del tiempo, dejando que viento y marea choquen sus caprichos y conformen lo que quisimos llamar destino. A cada paso, echamos la vista atrás para sentirnos sabios. Poderosos. Mejores ante lo que fueron las fotos en blanco y negro. Ignorantes de la tremenda y acaparadora primera verdad: seguimos siendo una especie joven.

Las raíces del conocimiento erizan el vello del que sabe escuchar el arte. La música, el más perfecto de los dones, silba entre las hojas, aletea sobre el azul, navega bajo la cascada. Partituras matemáticas, perfectas, que acompasan los escaques de un tablero que vio ir y venir a millones de figuras inolvidables. El conocimiento transforma al peón y le confiere bases para comprender el mecanismo que arranca el motor humano. Extasiados por su belleza, lo copiamos y lo aplicamos al mundo que nos rodea presumiendo de una patente que lleva miles de años colgada de las ramas de un árbol.

Y cuanto más sabemos del rojo de la sangre, del verde de la tierra y del amarillo del cielo, usamos sus colores para pintar un dedo que señala al infinito y busca el hogar de Dios. Y miramos al techo de la capilla para dejarnos interpelar por el espíritu. Por el alma. Y oramos conscientes de que hay tanto infinito fuera como dentro del cuerpo. Y sonreímos sin explicación. Y corremos. Y saltamos. Y volamos mientras dormimos. Y escribimos poesías que no tienen sentido. O aún no lo tienen.

Pero todo: toda complejidad, toda ciencia y toda fe, música y matemática, alfa y omega, el cosmos y el latido, se tornan simples al mirar a los ojos del otro. Al coger su mano y acariciar su pelo. Descubrir que el infinito vive en el tiempo que dos labios tardan en tocarse, en el espacio que ocupa un susurro y en la herencia eterna de saberse padre, hijo y hermano.

Poesías para el día después

Más cercano al sombrerero que cantó el no cumpleaños

celebramos con retraso

las rimas y los versos desenfadados.

No sólo fue el Día de la Poesía sino también

de los mensajes encorsetados

de los ciento cuarenta caracteres, los erretés, las arrobas

y los tweets sofisticados.

 

Fue jornada extraña la del 21 de marzo,

un lunes que no fue lunes sino resaca de un año entero

25.000 ‘botticellis’ salieron a la calle a beber y a beber

para ver doble las letras de un “te quiero”

 

Ninguno, sin embargo, alzó en arenga un “no a la guerra”

mientras que los aviones de la realeza

(los del toro de Osborne y la sevillana sobre la tela)

le cantaban las cuarenta a Gadafi, un tipo escurridizo repleto de vileza

 

La vida sigue y las historias no paran:

Kevin Costner será padre,

de Supermán

Joseph Gordon-Levitt será hijo,

en Batman,

y Zipi y Zape, clásicos botelloneros,

llegarán al cine en un 3D torrentero.