De propósitos y cuestas

La primera canción que escuché cuando me levanté el uno de enero de 2013 fue ‘Hopeless Wanderer’, de Mumford and Sons. Todo un himno a mi nuevo año que duró 5 minutos y ocho segundos. Así fue como cumplí mi primer propósito de la lista de objetivos para la nueva temporada: “Empezar el año escuchando ‘Hopeless Wanderer’, de Mumford and Sons”. Tachado. Luego tengo un montón más, pero empezar con buenos resultados siempre fue más esperanzador.

Uno de los objetivos que les concierne viene con respecto a las críticas cinematográficas (o algo parecido a eso) que tanto disfruto haciendo. El otro día, un colega me dijo que hay un ejército de detractores de Salto de Eje porque, cuando no me gusta algo, no me gusta ni la música. Ni los títulos de crédito. Muere hasta el apuntador, que diría aquél. Así que, por un 2013 más optimista y brillante, haré lo posible por ver algo positivo en las películas que desfilarán por los nuevos y flamantes viernes de los doce meses del año.

Estrenos entre los que destacan ‘La noche más oscura’ (Kathryn Bigelow), que se ha convertido en la máxima favorita de los críticos para los Oscars. ‘The Master’ (Paul Thomas Anderson), una de las que más curiosidad me despierta por el talento de su director y la crítica a una sociedad actual repleta de dioses impersonales. También veremos el ‘Amor’ de Michael Haneke, que ya ha ganado cientos de premios por su entrañable trascendencia. Y el ‘Django Desencadenado’ de Quentin Tarantino, el primer gran hype del año que llega arropado de una conglomerada ovación yanqui.

Ovación que se repite con ‘Lincoln’, la vuelta del Steven Spielberg épico e histórico con la batuta de John Williams en pleno rendimiento. Me muero de ganas por ver ‘Bestias del Sur Salvajes’ (Benh Zeitlin), que desde que se estrenó hace más de seis meses al otro lado del océano no hace más que recaudar palabras preciosas. Algo parecido a lo que sucede con ‘El lado bueno de las cosas’ (David O. Russell), que catapulta a la lista de los Oscar a Bradley Cooper (sí, el de ‘Resacón en las Vegas’), Jennifer Lawrence (sí, la de ‘Los Juegos del Hambre’) y Robert De Niro (por favor).

¿Les suenan bien las películas? Pues todas son estrenos de enero. Cuatro semanas. Nos vamos a gastar el aguinaldo en entradas. Menuda cuesta.

A propósito de Sinde

Aceptémoslo: lo más probable es que no cumplamos los propósitos que hoy pongamos sobre la mesa. No sé ustedes, pero a mí se me da de escándalo hacer preciosas listas que erizarían el alma del menos pintado. Ya saben: Haré ejercicio todos los días y cuando acabe 2012 me pararán por la calle cada dos por tres para decirme “disculpe, ¿es usted Hugh Jackman?” Leeré un libro por semana desarrollando tanto mi intelecto que le cambiará el nombre a la serie, de ‘House’ a ‘Cabrero’. Escribiré con constancia en mis ratos libres para descubrir, al final del año, que mi primera novela es un Best Seller que maravilla a la crítica y que J.J.Abrams se interesa en producirla para la gran pantalla con música de Michael Giacchino. Organizaré mi lista de amigos de Facebook… En fin, ese tipo de cosas.

Pero quería yo referirles a un propósito que, les propongo, cumplamos entre todos: vayamos al cine. Sí, ya sé. La vida está muy mal, el dinero escasea y la modorra doméstica es difícil de superar. Entiendo. No les digo que vayamos todos los días, pero sí creo que sería saludable tomarlo como una buena costumbre. Sé por experiencia que descargar películas es un ejercicio comodísimo. Tan atractivo como la manzana de Blancanieves. Y sé, por lo mismo, que negar su existencia o prometer que vamos a dejar de hacerlo es un brindis al sol. Pero, en serio, debemos echar cuentas.

El cine -y lo hago extensible a cualquier contenido narrativo: libros, videojuegos, series- requiere de profesionales comprometidos que sepan que pueden dedicarse a eso. Siempre ha habido contadores de historias y, me arriesgo a afirmar, los necesitamos tanto como a un médico, un abogado o un profesor. Nuestro papel, como consumidores, es exigir unas tarifas más razonables: los discos de música no pueden ser tan absurdamente caros, ni los deuvedés o blu-rays, ni las novelas o los videojuegos. Hay que hacer un mercado moderno, actualizado a lo que hay y consciente de que el contenido está al alcance de cualquiera.

No me escucharán defender la Ley Sinde. Creo que es corrupta en su más profundo origen. Pero sí defenderé, siempre, ese fantástico ritual: taquilla, butaca, trailers, sonido, imagen. Ese olor a cine.