La fotografía de Javier Espinosa y el clímax de la realidad

La fotografía de Javier Espinosa recibiendo el abrazo de su hijo tiene música. Es el clímax de un drama, de una película que nos ha tenido en vilo durante más de seis meses. Él y Ricardo García fueron secuestrados el pasado 16 de septiembre en Tel Abyad. ¿Por qué? Por ser periodistas. Leía la historia del rapto y, permitan el intrusismo, me dio la sensación de que les daba igual. Bueno, nos daba igual. Quiero decir a la masa, en general. A la turba no le preocupa nada que no toque su bolsillo. Esa es, al menos, mi sensación. Porque, por más que miro a mi alrededor, no veo la emoción que merece un momento así. El instante que precede al abrazo de un hijo a su padre, devuelto a la vida. Es fulminante. Y no es un reality. Es realidad. Y los realities de falsos supervivientes son los que despiertan la lágrima de la gente. No la realidad. Ni mucho menos.

La imagen es tan poderosa: Javier, con los brazos en fuerza y los ojos entornados, conteniendo la lágrima que se deja ver en su sonrisa, cuajada por tanto tiempo en la sombra. El niño, volando como cuando jugábamos a los aviones, corriendo al encuentro de su padre… ¿Quién mira la fotografía y no imagina la cara de ese niño? ¿Cómo no ver el llanto, la euforia, el nervio, la esperanza?

El fotograma me recordó a la sobrecogedora escena de ‘Lo Imposible’ (Juan Antonio Bayona, 2012) en la que el hermano pequeño ve, entre la multitud, a Lucas, su hermano mayor. Y grita una y otra vez «¡Lucas, Lucas!», mientras corre desalmado para encontrarse en un abrazo catártico para el personaje y para nosotros, los espectadores, que relajamos, por fin, los nudillos de hierro. Si vieron la película, ya saben a lo que me refiero. Si no, anoten la cinta en su lista particular de futuros visionados.

De vuelta a la fotografía y a nosotros, creo que hay tal cantidad de información fluyendo en el aire que hemos desarrollado un escudo por el que resbala toda empatía. Tal vez sea una percepción muy personal y muy equivocada, tan solo les pido que hagan la reflexión: ¿Qué hace que la gente se emocione, que la gente proteste y se exprese? Me temo que debemos empezar a tomarnos la vida como si fuera parte de la ficción porque, si no, terminaremos siendo fantasmas de nosotros mismos.

Javier Espinosa corre al encuentro de su hijo. / Paco Campos
Javier Espinosa corre al encuentro de su hijo. / Paco Campos