El tiempo que pierdes viendo series de televisión

Un sabio de Marruecos me dijo: “vosotros tenéis relojes, nosotros, el tiempo”. Luego me lo repitieron varios conductores, camareros y dependientes de pequeños comercios, que no eran sabios, pero utilizaban la frase para zanjar cualquier discusión posible con un turista impaciente. El caso es que allí, en general, no hay horarios. Las cosas duran lo que duran. Así, en plan Gandalf. En plan “un mago nunca llega tarde, llega exactamente cuando se lo propone”. Y claro, uno que está acostumbrado a minutar los suspiros, se pierde en un mar tan infinito de oportunidades.

El tiempo es tan valioso… Es un tesoro formidable: si lo exprimes, puedes convertirlo en un espacio determinado. Marca el ángulo de las palabras ‘señor’ y ‘usted’, transforma una hoja en blanco en una carta a los Reyes Magos y un café en una conversación imperecedera. Una pregunta que dura un segundo genera respuestas que se extienden a lo largo de toda la humanidad. Y es motivo de inspiración, sueldo, reposo y aventuras. Demonios, el tiempo lo es todo.

De aquí la importancia de la siguiente cuestión: ¿qué veo hoy? Amigos de las series de televisión, el cine y ‘Página 2’, sé que ustedes me entenderán: ¡¿no hay manera de organizar mejor el tiempo?! He llegado a un momento en el que debo cribar productos como si fuera el jurado de un concurso de narrativa. Quiero ver tantas series y películas que podría condicionar mi tiempo a una única actividad. Y eso no es sano. Creo. Dicen.

Cada día salen nuevas series (enumerarlas ya sería perder el tiempo, son demasiadas), con recomendaciones que llegan de todas partes: “no te pierdas ‘The Following’, es increíble”, “atento a ‘Vikings’, es brutal”, “¿todavía no has empezado ‘Mad Men’? ¡es un clásico!”, “el último episodio de ‘Juego de tronos’ es la leche”, “¿por dónde vas de ‘Doctor Who’?”, “’Crematorio’ es indiscutible”, “lo que me pude reír con ‘The Big Bang Theory’”, “el año que viene encuentran a la esposa de Ted…”

Si cancelan una serie que seguías, te sientes frustrado. Si no sigues una que todo el mundo ve, te sientes frustrado. Si ves un piloto y te defrauda, te sientes frustrado. Y claro, sumen el cine y los libros. Esta nueva especie hija de su tiempo, nosotros, ni tenemos relojes ni tiempo. Tenemos una obsesión. Una maravillosa obsesión que compensa después de ver, por ejemplo, el 4×13 de ‘Breaking Bad’. “Sí señor”, dices. “Mereció la pena”, suspiras.

Cómo olvidé a vuestra madre

Atención, pregunta: ¿Cuántos en la sala echan de menos la emoción de la cabecera, los corrillos en la oficina, las infinitas teorías, la filosofía escondida y quizás no pretendida, el misticismo del guiño, el poder de la música en el momento justo, la angustia de tener que esperar una semana, la euforia de una escotilla que se abre, el carisma de un personaje que perdura en los infiernos? Demonios, ¿cuántos echan de menos a Benjamin Linus? ¡¿Cuántos echan de menos ‘Perdidos’?!

Hay grandes series de televisión. Productos que sobrepasan los límites supuestos a la pequeña pantalla. Pero no tengo claro si hay alguna que puede presumir de conjurar el espíritu de ‘Lost’. Evitando por completo el debate sobre el final, echo de menos ‘Perdidos’. Pero, sobre todo, echo de menos una serie que movilice tanto y a tantos. Y creo que tardaremos mucho en ver una revolución parecida.

‘Revolución’, por cierto, es el título de la nueva serie del creador de ‘Perdidos’. Otro intento inútil de vendernos algo como una marca inexistente y que tiene todas las papeletas de desaparecer con las mismas que ‘Alcatraz’, ‘Flash Forward’, ‘Person of Interest’, ‘Undercovers’… A mi me gusta ‘Fringe’. Y ‘Alphas’. Pero ninguna alcanza el nivel friki del Oceanic. Luego están los ‘Breaking Bad’, ‘Boardwalk Empire’, ‘Homeland’ que, pese a su calidad soberana, no han encandilado con tanto tino. Puede que la que más se acerque sea ‘Juego de Tronos’. Pero no sé.

Y lo peor, para acentuar este espíritu pesimista que traigo hoy -y puede que el detonante- sea la desidia que me produce una de las series que más feliz me ha hecho en los últimos años: ‘Cómo conocí a vuestra madre’. ¿Existe una manera peor de cansar a la gente? Por la gloria de Barney Stinson, ¡vuelvan en sí! Por lo menos hay una baza hercúlea y midicloriana que aún sostiene el universo: Sheldon Cooper.

Star Wars: Underworld

Hace mucho, mucho tiempo, acepté que las historias de la Guerra de las Galaxias me sobrevivirían. La saga de George Lucas es una religión -literalmente- que se amolda sin complejos a lo que pide la taquilla. Una década atrás, la nueva trilogía nació bajo el adjetivo ‘digital’, mostrando un aspecto moderno, con efectos especiales innovadores y una promesa de revolución. En poco más de un mes veremos reestrenada la misma película pero en apasionante y efímero 3D, que es, claro, lo que saca ahora los cuartos de los espectadores.

¿Qué será lo siguiente? Pues ya lo sabemos: televisión. En pleno apogeo del bien llamado ‘nuevo cine’, Lucas y compañía ya anuncian su llegada a la pequeña pantalla con una serie de imagen real que hundirá en el olvido a ‘Los Soprano’, hará indiferente a ‘The Wire’ y quitará todo el carisma a ‘Breaking Bad’. “Lucas is Coming” con un proyecto que, por ahora, se conoce como ‘Star Wars: Underworld’. Nueva saga que se ubica entre el Episodio III y el IV y que no estaría protagonizado por la familia Skywalker.

Dentro de las opciones, me parece una gran noticia porque será -o debe ser- la manera de dignificar a los grandes secundarios: las incursiones de Bobba Fett en el sistema a lo Heisenberg, los trapicheos en la Ciudad Nube en plan Invernalia, la vida de Wedge en la instrucción de pilotos, los duelos de Greengo en Tatooine… Fantastico. Además, sería un maravilloso momento para rescatar las tramas que plantearon los geniales videojuegos que revitalizaron la saga en los 90: ‘X-Wing’, ‘Tie-Fighter’ y ‘Rebel Assault’.

Sin embargo, conociendo el percal, lo más probable es que la serie profundice en la bondad de los gungans, la monería de los ewoks y el tórrido romance de dos wookies asilvestrados -bueno, esto último me haría gracia-.

De lo que estoy seguro es de que, por mucho, mucho tiempo que pase, aquí o en otra galaxia muy, muy lejana, no conseguirán lo que pedía la taquilla de finales de los 70: una gran historia. Larga vida a Lando Calrissian.

Nuevas temporadas

Hace relativamente poco, la imagen que nos venía a la cabeza cuando nos referíamos al “aficionado a las series de televisión”, era un fulano que traicionaba la siesta para descubrir qué le pasaba a Topacio o a Cristal en su nueva e intrigante relación bailonga con agujetas de color de rosa. Cosas de la vida, de un tiempo a esta parte (A.P., D.P.)* confesarse adicto a las series de televisión es poco más que una seña de estilo, erudición y elegancia.

Y ahí estamos. Como lectores de poesía prohibida compartiendo nuestros versos favoritos, desde Scholdfield hasta Heisenberg. Todos nos embrujan con sus malas artes, sus cliftchangers, sus finales engatillados y esas líneas que convierten a un guion en arte (“Las cosas que hago por amor”, Lannister dixit). El problema, amigos, es la sobreingesta compulsiva de televisión que nos ha traído la nueva era. Un menú muy apetecible pero que, admitámoslo, es imposible de ingerir sin abandonar otros ‘alimentos’ también saludables.

No me sobra el tiempo. Además, tengo un ocio tan rico que casi tengo que ordenar mis días libres con un horario laboral. ¿Cuál es el problema? Pues que mientras que la producción de libros o películas mantiene un ritmo constante, las series de televisión nacen a borbotones. En vez de un bebé, cada nueva temporada tenemos partos múltiples que crean la angustia del devorador de series: ¿Qué veo yo ahora?

Estaba revisando la parrilla de las series que están por llegar y, sin contar las nuevas temporadas de Fringe, Walking Dead, Breaking Bad, Dexter, Mad Men, Juego de Tronos, Cómo conocí a vuestra madre, The Big Bang Theory o, qué se yo, House, aparecen títulos interesantes como Alphas, New Girl, Terra Nova, Falling Skies, Person of Interest, Alcatraz… Y un puñado más de estrenos que, confieso, soy incapaz de seguir. Más aún: espero que sean, en su mayoría, un terrible fracaso para no tener que engancharme cuando todo el mundo hable de ellas.

Y digo yo, en vez de producir treinta series al año, ¿por qué no concentran gastos y nos dan las calorías justas y necesarias para la temporada?

*Antes de Perdidos, Después de Perdidos.