Sólo Ellos

La tienda de campaña era una lona que, bajo el sol, adquiría un olor que ninguna otra circunstancia natural o artificial ha sido capaz de recrear. No era olor a sucio; tampoco a limpio. Una vasta pero diminuta fortaleza en la que cabalgar con la imaginación y en la que planear la conquista del mundo. Allí, sentados como indios, nos sentíamos seguros. Sólo había una norma: “prohibido niñas”.

Aunque ahora sería la primera regla que cambiaría, todos los niños hemos tenido un rincón parecido. Un desastre que evocamos cada vez que toca limpiar, barrer u ordenar los papeles de la mesa. ‘Sólo ellos’ es una película que huele a lo mismo que aquella lona chamuscada, la isla de Nunca Jamás que juramos no abandonar.

Joe Warr (Clive Owen) une las dos cualidades que hacen a un ser humano potencialmente incompatible con la conciliación de la vida familiar y laboral: es hombre y es periodista. El día que su mujer muere, queda al cargo de sus dos hijos, un niño de seis años y un adolescente -de otra madre-, a los que decide dar carta blanca en las tareas domésticas: saltar en la ducha, correr en pelotas por el pasillo, subirse encima del coche… y un sinfín de peticiones extrañas -pero maravillosas- que ayudarán a establecer una relación muy especial entre ellos. Una relación que, desde fuera, resulta incomprensible. Irrazonable. “Cuántas más normas hay, más delitos se cometen”.

Scott Hicks (‘Shine’) dirige la versión cinematográfica del spot de Ike y la república independiente de mi casa. Un drama entrañable que funciona como un globo hinchado de sentimientos contenidos que poco a poco va perdiendo todo el aire. Una liberación intimista sobre la conciliación y los baches expresivos que históricamente han atenazado al hombre. Carece de la ambición que podría haberla convertido en una obra en mayúsculas, pero la tremenda actuación de Owen y la actitud de los niños seguro que, en algún momento, les sirve de espejo.