Soy el número 4

Pasaba un momento de debilidad. No podía salir de casa, no quedaba chocolate en la despensa y me había cansado de jugar al Apalabrados -qué vicio, madre-. Era un ser frágil. Desprotegido. Así que, angustiado por un sublime aburrimiento, me sumí en el maravilloso mundo del ‘video on demand’ en el Yombi (servicio de plus.es). El problema de ver cine y consumir series y programas con devoción es que, cuando llegan momentos como el que les describo, no hay opción de maniobra y, así, de repente, se coló delante de mis ojos: ‘Soy el número 4’.

Sí, ya saben. Otro intento de rentabilizar una estúpida saga literaria. Y no. No se trata de la cuarta parte -válgame el cielo-, es que se llama así. El guion es muy original: un rubio, guapo y simpático extraterrestre entra en un instituto donde los guays del equipo de fútbol son los reyes del mambo, intocables tunantes que retozan con las animadoras y tiran batidos pringosos a los nuevos alumnos modélicos. Luego está la chica, extremadamente bella y extremadamente maquillada, que después de trajinarse al quarterback del instituto, decide cambiar sus prioridades y convertirse en fotógrafa. Lo que no sabía ella, la pobre, es que todos sus amigos guapos, ricos y musculosos, le darían de lado. Y bueno, luego hay unos tipos enormes con cara de tiburón y un perro simpático. Pero es lo de menos. Lo que importa es que la historia es, sin el menor ápice de duda, un mojón pinchado en un palo.

Y es un problema que Hollywood siga insistiendo en gastar su dinero en sandeces crepusculares como esta. No porque sean una pérdida de tiempo y un insulto a la raza humana. Sino porque saben, científicamente, que hay gente dispuesta a gastar su dinero en su película. Peor: saben que hay gente deseosa de convertir a cualquiera que les ponga ojitos en nuevos mitos adolescentes.

Quería ser claro en una cosa y no sé si me he ido por los cerros de Úbeda: ‘Soy el número 4’ es al cine lo que Yola Berrocal a ‘Saber y Ganar’. Lo que los programas del horóscopo al entretenimiento. Lo que el Motorista Fantasma a las pelis de superhéroes. Lo que Justin Bieber a la música.