Star Trek 2009

J.J. Abrahms y Damon Lindeldolf -aka, los creadores de Lost-, productores de Star Trek XI, son unos genios por tres razones:

1.- Se han sacado de la chistera un método para reinventar una saga con unos cimientos muy sólidos y convertirla en algo totalmente inesperado. No sólo revitalizan el fenómeno trekkie, también han hecho una máquina de sacar dinero -ya saben, son unos expertos en esto del márketing viral (Monstruoso, para más señas)-.

2.- Star Trek XI son dos horas de pura diversión. Hacía tiempo que no salía del cine con la misma sensación que tuve cuando vi por primera vez, con 8 ó 9 años, los Goonies. Personajes carismáticos, música maravillosa -¿Para cuándo un altar a Michael Giaccimo, heredero de John Williams?- y un espectáculo visual.

3.- ¿He mencionado Lost?

Al terminar la fanfarría de los títulos de crédito estaba plenamente convencido de que acababa de ver la mejor precuela de una saga emblemática hasta la fecha. Incluída Star Wars. Y este comentario no es moco de pavo: Yo soy muy fan de Star Wars. Es más que probable que si usted no ha visto ninguna película o serie de Star Trek se plantee la posibilidad de pagar por ver esta película por aquello de “vayamos a que no me entere de nada”. Incorrecto. Abrams dirige una historia en la que los personajes empiezan de cero. Personajes tratados con decencia; ninguno cae en el olvido ni en la vagueza de “sólo estar”. Todos protagonizan su pequeña parte de la aventura, convirtiendo al primer viaje del Enterprise en una travesía coral.

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Abrams, durante la campaña publicitaria de la película, confesó que nunca fue un trekkie. De hecho, como tantos otros, se declara amante de Darth Vader y compañía. Y aquí entra la magia de Abrams: Mete en una coctelera lo mejor de Star Trek, lo adereza con numerosos guiños a Star Wars y obtiene un producto altamente mediático. El Enterpraise recuerda en más de una escena al Halcón Milenario salvando la situación en ‘Una Nueva Esperanza’, el Capitán Kirk es un Han Solo legalizado, Spock es sabio como Yoda e impetuoso como un Skywalker, Ulula es la versión moderna de Leia, Zulu pone el punto habilidoso con la espada, el doctor McCoy es un Obi Wan con problemas de alcoholismo… etc.

Y lo mejor de todo, insisto, es que el objetivo principal de la película es entretener. Entretener en todas las vertientes. Divertir y dejar volar la imaginación. Desde el primer minuto de la película, con ese genial montaje de una muerte y un nacimiento en el espacio, el espectador es arrastrado a una sucesión de aventuras cuyo único problema es que tienen un final… Aunque ya está confirmada la secuela para 2011, cómo no.

Especial mención al grupo de actores, todos muy mediáticos y herederos de famas conseguidas en el mundillo friki, perfectamente encorsetados en sus personajes. Es inevitable encariñarse con ellos e impensable pensar en otros sustitutos mejores a los originales de los años 60. A todo esto sumen al inconmensurable Michael Giacchino a la batuta y una dirección artística deslumbrante, y tendrán razones más que de sobra como para ver la película otra vez. Que es exactamente lo que voy a hacer yo. Y me temo que no será la última.

Lo mejor: Este Star Trek gustará a todos: trekkies, starwarsianos y personas de a pie que no necesiten englobarse en ningún grupo friki… (ellos se lo pierden).

Lo peor: El encuentro en la nieve es demasiado… fortuito. Pero se perdona.
Larga vida y prosperidad.

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