Acero Puro

Se conoce que estaba el bueno de Steven Spielberg en su casa, allá por 1994, cuando su amigo japonés Takeshi Me…Molo, Takeshi Memolo, apareció en su casa. Steven, para demostrar que era un hombre de su tiempo, sabedor de que los orientales aman los videojuegos, propuso a su invitado echar unas partiditas al ‘Rise of the Robots’, juego que muy pocos recordarán -era lamentable- en el que unas máquinas letales se daban guarrazos al viejo estilo ‘Street Fighter’. Después de varias horas delante de la pantalla, Memolo ganó una y otra vez a Spielberg. Y le dijo: “Los japoneses siempre seremos mejores que vosotros a esto”. Steven alzo su dedo amenazador, puso su banda sonora favorita de John Williams, y clamó al cielo: “¡Juro que no desistiré hasta demostrar que los americanos os podemos ganar en una lucha de robots!”

Así nació ‘Acero Puro’. Más o menos. Película protagonizada por un niño con aires de Justin Bieber en la que Hugh Jackman hace como que juega a la Wii -o al Kinect, si gustan- para vencer, cual Rocky sobre la lona, al más poderoso robot japonés jamás programado para la lucha, que no se llama Apolo, pero podría (si el final les sorprende lo más mínimo, vayan a hacerse una revisión médica, puede que no sean humanos). Notarán que se trata de una producción de Steven Spielberg porque hay un embrollo familiar de padres e hijos que se quieren pero no lo dicen. Así, de las dos horas que dura, sobra cosa de una hora y media; metraje insufrible y aburridísimo que exaspera al espectador potencial de la cinta que sólo quiere ver robots pegando leches. Vale que los últimos veinte minutos cumplen con lo esperable, pero el peaje que hay que pagar es abrumador.

Shawn Levy (‘Noche en el museo’) dirige este atropello con aires de Liga Pokemon que ha fracasado en taquilla por razones evidentes: falta de ritmo, de emoción, de originalidad y de sentido del espectáculo. Si es que, al final, hay que darle la razón al incomprendido Michael Bay, que como ya ha demostrado con sus Transformers, con estas películas hay que dejarse de historias y milongas varias: presume de robots y el resto -el dinero- vendrá solo.