Inspiraciones de Los Goya

«Hija, gracias por inspirarme esta historia. Hijo, ojalá no me hubieras inspirado esta historia». El discurso de agradecimiento de Pedro Solís, ganador del Goya al mejor corto de animación por ‘Cuerdas’, fue, sin duda, uno de los momentos más bellos de la noche del cine español. Y fue bello por su inmensa pequeñez, por su corazón abierto y por saber entender los tiempos del espectáculo. Unas palabras cargadas de futuro que, quizás, no guarden la popularidad de otros ilustres del séptimo arte, pero que supieron conjurar con maestría la magia del contador de historias.

Si las palabras fueron de Solís, la imagen le corresponde a una emocionadísima y emocionante Terele Pávez, magistral bruja de Zugarramurdi que, sin abrir la boca, evocó más sentimientos que la más larga de las peroratas de la velada. La actriz demostró una facilidad monumental para empatizar con una mirada repleta de historia y unas arrugas imperecederas. Espero que Álex de la Iglesia siga creando papeles para ella y que no vuelve a un injusto olvido. Muy grande, la Pávez.

La tercera inspiración la cumple la película que no he visto y más ganas tengo de ver. La cinta que, si todo va según lo previsto, se reestrenará el próximo viernes y, espero, lo haga con más facilidades que la primera vez. ‘Vivir es fácil con los ojos cerrados’ me tiene enamorado. Y es una verdad extraña y sin sentido porque, quién sabe, lo mismo el trabajo de David Trueba me decepciona. Pero el espíritu que derrocha él y su equipo me parece ejemplar. Bravo por Javier Cámara –si alguien tenía que quitarle el Goya a Antonio de la Torre era él–, bravo por Natalia de Molina y su hermosa humildad, y bravo por Trueba, perdedor nato.

Tres inspiraciones que quedarán por encima de la peor gala de los Goya de los últimos años. Me sabe mal criticar a Manel Fuentes que, hasta la fecha, me gustaba en todas sus facetas. Pero es que fue soporífera, sin gracia y rematadamente poco original. ¿Ensayaron el número musical? ¿Hay que sacar a los Bardem cada cinco minutos? ¿Es necesario meterse en las películas todos los años? Dos ideas: piensen en el espectador antes que en el gremio; y queremos una gala escrita, producida y presentada por la Muchachada.

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PDT: La mejor película de animación será, este año y todos los demás, ‘Justin y la espada del valor’. He dicho.

 

Las brujas de Zugarramurdi

El gran problema del universo son las mujeres. O no. Quiero decir. Que lo mismo el problema es que los hombres no sabemos entenderlas. Sí, eso: el gran problema del universo somos nosotros. Aunque. Claro. ¿Cómo es que nunca tenemos la respuesta correcta? ¿Existe? A ver si es que están jugando con nuestra mente, en plan jedis, y no nos enteramos. Ya saben, todo eso de «es que prefieres a tus amigos antes que a mí», o lo de «nunca haces lo que te pido». Tal vez tienen poderes y por eso estamos tan amarrados. Ahí. Calladitos. Hasta que te quejas y entonces, plof, el divorcio. Y ponte a pasar una pensión por el niño, que ya veras, ya. Tampoco vamos a negar que cuando nos ponemos tontos no hay quien nos aguante. Si es que en el sofá se está tan a gusto. Y es verdad que, a veces, escuchamos murmullos cuando nos hablan. Blablabla, pon la mesa, blablabla, ¿hiciste la compra?, blablabla, los platos sucios… Yo qué sé. Lo único seguro, seguro, es que con padres así hacemos pasar a los hijos por un infierno.

Dicho lo cual: ‘Las brujas de Zugarramurdi’. Pero qué jodidamente divertida es. El talento de Álex de la Iglesia para imaginar barbaridades bizarras alcanza cotas de genialidad gracias a un guión fantástico y a unos actores hechizados por el carisma de la mejor comedia negra. Hugo Silva y Mario Casas enganchan desde el primer minuto como los héroes de la salvación, un cristo descolorido y un soldado de ideas verdes. Carmen Maura y Terele Pávez brillan espectaculares como retorcidas brujas de la vieja escuela. Carolina Bang pone la chispa salvaje. Y el resto del reparto (Pepón Nieto, Secun de la Rosa, Carlos Areces, Santiago Segura, María Barranco, Manuel Tallafé, Alexandra Jiménez, Javier Manrique y -una ovación para él- Javier Botet, inconmensurable como criatura del desagüe) completan el complicado conjuro mágico con el que gozarán dos horas con todos sus minutos.

De la Iglesia deja unos cuantos guiños a clásicos de la aventura y el terror. Personal devoción para los paralelismos con ‘Los Goonies’ –el bar, los Fratelli, Sloth–. Además, si una película mezcla todo esto y encima funciona como una extraña parábola en pro de la custodia compartida, ¿no les llama la atención?

Actualización: imperdonable no haber mencionado a Jaime Ordóñez, actor que hasta la fecha casi conocíamos solo por ‘La hora de José Mota’ y que construye un personaje me-mo-ra-ble.

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