Lo que añoro del videoclub

Ya no voy al videoclub. Hace años que no piso uno. De hecho, la última vez fue precisamente para un reportaje en el que incidía en lo mal que lo estaba pasando el sector ante la llegada de Internet, la piratería, el ‘Video On Demand’, Megaupload y demás tecnologías. Y sí, lo estaban pasando muy mal. Entiendo que es normal que los videoclubes ya no sean lo que eran. Antes servían para saciar una necesidad que de otra manera era imposible. ¿Lo recuerdan?

Lo que echo de menos es la sensación de ‘objeto único’. Aquello de entrar al local, vichar las estanterías y hacerme con una copia que aún no tiene colgada la maldita y frustrante etiqueta: ‘alquilada’. Mi fetiche particular era ‘Spiderman: el desafío del dragón’, más que nada porque nunca –nunca, maldita sea– estaba disponible. Ocupaba siempre el mismo sitio, en una alta estantería que se vislumbraba inaccesible a los ojos de un chiquillo. Solíamos preguntar por ella, pero el dueño del negocio nos respondía lo mismo: «sigue alquilada».

Hasta que un sábado por la mañana, por fin, al entrar al videoclub y dirigir mi mirada a la estantería en cuestión, descubrí que ‘El desafío del dragón’ no tenía la etiqueta colgando. Corrí, desesperado, hacia la barra donde atendían a los clientes; la barra tras la que vivían miles de cintas que no siempre eran rebobinadas. Le dije: «Spiderman, deme a Spiderman». Él, insultantemente lánguido, respondió: «sigue alquilada». «No, señor, no tiene la etiqueta», advertí. Y se levantó, cogió un papel, escribió «alquilada» y la metió por el forro de plástico de la caratula. «Sí. Sigue alquilada», terminó.

Nunca llegó a casa.

Si hoy quisiera ver la película, lo tendría fácil. Es cuestión de rebuscar por la Red. Pero, no sé por qué, ninguna película, por mucho que tenga extras, comentarios y alta definición añadida en postproducción, sabe igual cuando no la rescatas de la estantería. ¿Recuerdan esa falsa sensación de exclusividad? Yo, a veces, la echo de menos.

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