The Road

Un tipo sensato me dijo una vez: “No sabrás lo que es el amor, lo que es querer a alguien, hasta que tengas un hijo. Sí, sí, están tu madre o tu hermano o tu esposa. Pero nadie como un hijo”. ‘The Road’ (John Hillcoat), pese a la parafernalia apocalíptica, es una película sobra la vida. Sobre el camino que todos tenemos que recorrer, primero como aprendices y luego como maestros.

Por alguna razón que desconocemos, el mundo se acaba. Un terrible cambio climático es el asesino de los árboles del planeta. Los colores han muerto en pos de un gris dominante, mezcla de la nieve inerte y la ceniza de la descomposición. La vida se ha dividido en dos vertientes: los humanos que intentan recorrer el camino con la esperanza de encontrar la tierra prometida, y los humanos que, ante la hambruna, optan por el canibalismo.

Un padre (Viggo Mortensen, ‘El señor de los anillos’) y su hijo optan por la primera vía: la esperanza. Viajan con la pérfida compañía de una pistola cargada con dos balas. “Una para mí y otra para ti, hijo, por si nos cazan”. Así, las dos horas de metraje son una cruda metáfora de la naturaleza, de cómo un padre prepara a su hijo, a toda costa, para que sea capaz de abrirse paso cuando él no esté. Y para que sepa discernir a los lobos de los corderos. El niño es la imagen de la herencia, de los hijos que nos harán inmortales y a los que debemos nuestro mayor esfuerzo en vida.

Basta un solo plano de Viggo Mortensen para sufrir la empatía de un padre preocupado. Mortensen, absolutamente brillante, es la pieza clave de una historia sobre cómo la vida se abre paso. ‘The road’ es un drama necesario, una reflexión en la que los padres se verán reflejados y por la que los hijos darán gracias. Porque el final del camino no existe, otros caminarán después.